ESCRIBE: Tato Barcia
El pasado domingo en casa, nos tocó cocinar a los varones, así que acudí a un conocido supermercado del centro de la ciudad en compañía de mi hermano mayor, Toño, que por gordito le decimos “Bimbo”. Y él se percató con un solo golpe de vista, que gran parte de los productos del market ahora lucen una figura geométrica negra de 8 lados con las siguientes indicaciones; si tienen exceso de sal, azúcar, grasas saturadas o tienen presencia de grasas trans. Me resultó interesante constatar la reacción de sorpresa de mi hermano, que no sabía lo que estaba consumiendo hasta ese momento. Esto provocó inmediatamente críticas y rechazo de “Bimbo”, porque según él, se presenta a los gordos como gente alienada, sin posibilidad de ser feliz, dando a entender que tener obesidad incapacita para correr, soñar, volar…y el que padece sobrepeso, es porque le da la gana. Para mi hermano estar gordo aparece como una opción elegida. El que está gordo es porque quiere, y esta campaña de “octógonos” no deja de ser una forma de culpabilizar a la gente que tiene sobrepeso. Y mi Brother se retiró del supermercado con la siguiente reflexión: “Si los Buenos para nada de Congresistas quieren promover hábitos sanos no hace falta continuar con el estigma de lo gordo, ni lanzar mensajes confusos, ni ofensivos. Y si esto no lo entienden, a pesar que el parlamento está lleno de gordos; es porque desgraciadamente, vivimos en una sociedad gordofóbica, que se alimenta de mensajes gordófobos; y que se crea porque la sociedad es gordofóbica».
Recuerdo que mi hermano “Bimbo” se repetía mucho cuando empezó a engordar, y nos decía que nunca había sido delgado, pero subir 60 kilos en 2 años le hizo plantearse seriamente si había llegado el momento de aceptarse oficialmente como gordo. Y el problema radicaba en que se alimentaba de productos precocinados, jugos envasados, gaseosas, embutidos, galletas, y sobre todo su preferencia por la lasaña. Y es que; en nuestra cultura, en la que incluyo a mi hermano “Bimbo” la comida va asociada a la felicidad. No hay fiesta de matrimonio sin un abundante banquete, cumpleaños infantil sin torta, chocolates y dulces o reunión de amigas sin bocaditos. Pensamos que los gordos son más afables y simpáticos. Es más, nadie osa discutir la importancia de las artes culinarias de nuestras madres, ya sea en la manipulación creativa de los alimentos o en la preparación de platos tradicionales, y asociamos el mero hecho de comer a un placer superlativo. Es algo cultural y decimos, “los loretanos sí sabemos disfrutar de los placeres de la vida”. Sin embargo, se aprecia una tendencia creciente de la obesidad y junto con Cuzco, tenemos la prevalencia más alta de sobrepeso de todas las regiones según el MINSA, el 62% de los adultos muestran sobrepeso o son obesos. Una verdadera epidemia que no es ajena a los niños y a los adolescentes (un 20% o 25% presentan tasas de exceso de peso) y que ha superado las barreras socioeconómicas ya que, si bien anteriormente se daba principalmente en el estrato de ingresos altos, hoy también afecta a los sectores de ingresos medios o bajos. Estamos ante una pandemia de dimensiones colosales avalada por datos objetivos, y esto se debe que por un lado, se ha producido un aumento significativo en el consumo de alimentos de alto aporte calórico y escaso valor nutricional, ricos en azúcares y grasas. Por otro, ha disminuido dramáticamente la realización de actividad física como consecuencia de la adopción de estilos de vida cada vez más sedentarios. “El famoso vicio por la computadora y los teléfonos celulares”.
Debido a nuestra idiosincrasia y hábitos alimenticios los Loretanos somos propensos a engordar, otro factor es que es inevitable que al ir ganando años es un factor de riesgo para ir sumando al mismo tiempo kilos. Por eso decidí escribir este artículo de opinión y decirles que desde el 17 de junio pasado entró en vigencia la Ley N° 30021 “Ley de Promoción de la Alimentación Saludable” (año 2013), y reglamentado 4 años después mediante el Decreto Supremo No 017-2017-SA y complementado con el Manual de Advertencias Publicitarias (D.S 012-2018-SA) aprobado en diciembre del 2018. Mediante esta norma se busca regular la publicidad de los alimentos procesados y bebidas no alcohólicas con alto contenido de azúcar, sodio, grasas saturadas y grasas trans; que superen los parámetros técnicos que establece el Reglamento de la citada Ley. En realidad se tratan de unos “octógonos Negros” que van en las etiquetas de los productos de consumo masivo para alertar a los consumidores sobre el alto contenido de estos insumos en gaseosas, galletas, embutidos, cereales y cualquier otro alimento industrial, debemos recordar que esta norma se aprobó en medio de la controversia sobre el contenido de leche de vaca de la marca “Pura Vida”.
El principal objetivo de esta ley es crear conciencia en los consumidores, sobre todo entre los padres de menores de edad, sobre las características de los productos procesados adquiridos. Los azúcares pueden están presentes en golosinas o productos de panadería, entre otros. Las grasas saturadas están presentes en productos de origen animal como embutidos y carnes procesadas, pero también puede estar presente en el aceite de palma, producto utilizado para la elaboración de cremas. Respecto al sodio, no solo está presente en la sal de mesa, sino también en aditivos como preservantes y acentuadores de sabor. Sobre las grasas trans, pueden estar presentes en productos fritos. Una pequeña pero significativa diferencia se da en el texto adicional a incluir. Los productos con contenido alto de azúcares, grasas saturadas y sodio deben incluir el texto “Evite su consumo excesivo”. Los productos con grasas trans deben incluir el texto “Evite su consumo”. El tamaño de los octógonos, así como la ubicación en la cara frontal del producto, resultan adecuadas para llamar la atención al momento de la compra.
La disposición tiene, sin duda, aspectos positivos, ya que en nuestro país existe por un lado un elevado consumo de alimentos procesados con altos contenidos de azúcar, sodio y grasas; y por el otro, la poca educación nutricional existente y la falta de costumbre del consumidor peruano de revisar el contenido del etiquetado de los productos que consume, lo cual unido a las dificultades para comprender la información nutricional que se les presenta, hizo necesario poner a su alcance información en la etiqueta en forma sencilla y de fácil acceso a fin de contribuir en la elección de productos alimenticios saludables. Con esto se logra consumidores mejor informados, sobre las características de los alimentos que adquieren para ellos mismos y sus familias, tomarán mejores decisiones. El etiquetado de advertencia no prohíbe la venta de los productos con alto contenido de grasa, sal o azúcar (lo que sería una afrenta contra la libertad individual), pero sí, fuerza al comprador a considerar, aunque sea mínimamente, si hay opciones más saludables en el anaquel del lado o si esa galleta adicional es realmente necesaria en su dieta. Este proceso, además, motiva a las empresas a reducir el contenido de elementos que, consumidos en exceso, podrían ser perjudiciales, y así evitar la necesidad de colocar el tan famoso octógono.
Para la elaboración de esta ley se ha tomado como referencia la legislación chilena, que es menos exigente por ejemplo, que la ecuatoriana, ya que en esta última los productos tienen un sistema de semáforo que indica mediante color “Alto en azúcares”, “Bajo en grasas saturadas”, dando un panorama más completo. Ya qué hay que hacer notar que en nuestra legislación las empresas que están por debajo de los parámetros establecidos en todas las categorías. Al no requerir ningún octógono, el público podría confundir y pensar que a estos productos no los colocaron. En todo caso me parece que esto es el inicio de una política sensata de alimentación en el país, no obstante, tiene aún mucho camino por recorrer pero : “¿Ahora tenemos mayor libertad de información adecuada y fácil de entender para decidir? Nadie impide que comamos esa comida chatarra que tanto nos gusta. Pero ahora podemos tomar una decisión responsable”. A propósito algo que prolifera mucho en nuestra ciudad es el comercio de alimentos a través de las bodegas, estas podrán seguir vendiendo “alimentos procesados sin el etiquetado octogonal”, hasta junio del año 2020, debido a una reciente modificación del Reglamento y del Manual de la Ley No 30021. Esto les permitirá a las bodegas poder agotar la existencia de sus productos hasta dentro de un año.
Quienes están detrás de esta Ley? Obviamente habrá activistas en nuestra Amazonía que sueñan con un retorno a la cocina de olla o incluso la “tushpa”, aves de corral y verduras de la clásica huerta trasera. De otro lado, el Ministerio de Salud, que pretende por ley poner a dieta a la población y justificar así su inoperancia para enfrentar los verdaderos azotes nutricionales de nuestro país, que son la anemia y la desnutrición crónica. Y, claro, los informales y procesadores artesanales que quieren desviar el consumo a sus esquinas. De la noche a la mañana, quesos, mantequilla, leche, galletas, chocolates, cereales, embutidos, tortas, caramelos, jugos, bizcotelas, panetones, de las marcas más tradicionales, pasaron a ser no saludables y de “muy peligroso consumo”. El calificativo no alcanza al “Pollo a la Brasa”, “Cecina con Tacacho”, “Una Palometa Frita con Patacones”, “Un chicharrón de Chancho”, “Juane”, Arroz chaufa”, etc. etc. Tampoco toma en cuenta la ración, ni la edad, ni condiciones de salud, ni hábitos de vida, ni necesidades, ni preferencias y que desdeña el verdadero potencial nutricional que puede haber en alimentos procesados.
Ahora que está próximo la inauguración en nuestra ciudad de Iquitos de un local de una conocida cadena de supermercados de origen chileno, es importante que los consumidores sepan que tiene su propia marca que aluden al nombre del propio supermercado, los cuales está dirigidos principalmente a los productos básicos de la canasta familiar (azúcar, arroz, menestras, aceite, fideos, embutidos, helados, artículos de limpieza, entre otros); al respecto hay que dejar claro que pronto veremos en nuestra ciudad que este “Market” apuesta por una fuerte pauta publicitaria para lograr que sus productos de maquila capten la atención de los consumidores, y tendremos que establecer un comparativo, principalmente en la calidad entre las marcas propias de este supermercado y las tradicionales. Para ello será oportuno tomar en cuenta este dicho conocido “más vale malo conocido que bueno por conocer”, también es cierto que en la variedad está el gusto. Y, tratando de eliminar el temor que infunde ese refrán, lo cierto es que pronto los Loretanos tendremos la oportunidad de elegir entre productos de marca y productos de maquila. Este último es un artículo producido por un tercero, para este supermercado; siendo estos los que le comercializan generalmente con su marca propia. En todo caso espero que respeten la reglamentación de alimentación saludable; y sobre todo el ciudadano iquiteño este debidamente informado para que pueda optar por elegir adecuadamente.
Bajo el populista discurso de la defensa del consumidor y la salud del peruano, se esconde una cruda realidad. Las alertas nutricionales nos pretenden revelar cuando un producto industrializado es alto en azúcar o sodio o grasas saturadas. Nada nos dicen sobre si esos componentes están en mediana o escasa proporción dando a entender que la sola ausencia de la alerta es una señal de “saludable”. Nada más falso. Porque basta que un producto apenas no llegue a la cantidad establecida en la normativa para que no lleve alerta. Falso porque en las comidas más grasosas no hay alerta alguna. Falso porque bajo las aparentes buenas intenciones se esconde el sesgo anti industria de algunos. Sesgo que además es indolente pues estos productos satanizados pueden ser alternativas importantes para que gente humilde tenga algo que comer. No nos engañemos. Los octógonos señalizan simplemente dos cosas: el deseo de atacar a una industria exitosa y el deseo de hacer política fácil por parte de los congresistas, empleando la salud de los peruanos como pretexto. Los octógonos peruanos son cualquier cosa menos saludables.
De todas maneras los efectos del etiquetado deberán ser evaluados al cabo de un tiempo prudente para perfeccionar o corregir lo que haga falta. Por ejemplo, la polémica respecto a si el camino de los octógonos es el más adecuado (como hace Chile), o si se debía optar por un sistema de semáforo nutricional (como hace en la Unión Europea, Estados Unidos, Ecuador y hasta Bolivia). Por otro lado cualquier política nacional de alimentación debe tener en cuenta el punto de partida. Lo cierto es que el Perú está entre los países de la región que menos alimentos ultraprocesados consumía (83 kg anuales por persona vs. 201 kg en Chile al 2013, por ejemplo), en tanto que las tasas de obesidad y sobrepeso están también entre las más bajas de Latinoamérica. En lo que a alimentación de menores se refiere, por tanto, los retos más urgentes a enfrentar están en los enormes ratios de anemia y desnutrición infantil. Algunos alimentos procesados, de hecho, podrían ayudar en esta tarea.
En la práctica esta norma de los octógonos reducen el espacio de maniobra de la industria alimentaria, pero “ojalá” sea para bien de la gente que consume sus productos. Justamente de eso se trata en teoría esta regulación, de beneficiar a los consumidores. Por otro lado, como bien reconoce la ley que dio pie a esta regulación, es una estrategia para fomentar una vida saludable que no se puede basar únicamente en octógonos de advertencia, sino que debe ser integral. Acceso a agua limpia, espacios para realizar actividad física, educación sobre hábitos alimenticios saludables, controles médicos preventivos regulares, entre varios otros puntos pendientes forman parte de la agenda. Si se quiere tomar en serio esta enorme responsabilidad, entonces la labor recién empieza. Para terminar, si bien el tema de los octógonos es probablemente el aspecto más visible de la ley, ésta tiene además objetivos como la promoción de la educación nutricional, la promoción de actividad física y la implementación de comedores y quioscos saludables en los colegios.