Se dice, “oficialmente”, que un 13 de febrero (de 1541; hace pues 478 años) dos españoles (Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana), al frente de una ya muy diezmada expedición, “descubrieron” el río Amazonas. Gonzalo era hermanastro del gran “Francisco Pizarro”, Marqués de la Conquista y de los Atavillos, y los tres eran primos y de Extremadura (Provincia Española fronteriza con Portugal), por lo tanto todo quedaba en casa. La verdad es que aquello de “descubrir” el río Amazonas debió de ocurrir entre el 4 de febrero y el 26 de agosto de 1541 (más bien en febrero que en los meses sucesivos), pues un tanto vago es el relato, pero si el cronista dice que fue el día 13, pues será el 13. El origen de esta historia es que se descubrió nuestro majestuoso río en el intento de la busca del “PAIS DE LA CANELA”; por la cantidad de árboles de este tipo que se supone que lo poblaban. Canela en aquellos tiempos era una especia muy valorada en Europa y su comercio traería inmensas riquezas a sus propietarios. El caso es que tanto Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana se metieron en el berenjenal de esta odisea por su “angurria” según las referencias de las crónicas de “Gaspar de Carvajal”, un dominico que oficiaba de cronista de las andanzas de Orellana.
A través de los tiempos, el descubrimiento del río Amazonas se le ha atribuido innumerables misterios que dieron origen a un repertorio de mitos y leyendas, sean escritos u orales. Como la leyenda “del Dorado” que se supone que se trataba de un legendario reino o ciudad, supuestamente ubicado en plena selva del antiguo Virreinato de Nueva Granada, en una zona donde se creía que existían abundantes minas de oro y piedras preciosas. Estas historias han motivado a través de los años diferentes mitos, originados por la ignorancia, la incomprensión y la codicia de los que la vieron en forma superficial. Para unos fue un infierno verde y para otros un paraíso en el que se ocultaban grandes riquezas que debían ser acopiadas o explotadas por gente foránea. El fracaso de muchos de los que se atrevieron a penetrar en las profundidades de la selva alimentó el carácter de misteriosa que se le dio a la región Amazónica.
Hoy, se sabe con toda certeza que esta expedición se realizó en busca de “LA CANELA”. Pero habría que recordar que la canela y la pimienta eran las especias más apreciadas de entonces, y alguien, al que la chicha se le había subido a la cabeza, les había dicho que por allí (por la Amazonía de hoy) había “bosques llenos de canela”. Y aunque hoy sólo le añadamos canela al arroz con leche, mazamorra morada y un buen Pie de Manzana, por aquél entonces la canela iba con casi todo, porque era muy importante en esos tiempos “PORQUE AYUDABA A CONSERVAR LOS ALIMENTOS, LO MÁS CERCANO A SUS CONDICIONES NATURALES”. (Misma Refrigeradora); La Canela quitaba parte del mal sabor y olor putrefacto que presentaban muchos platos, debido a lo imperfecto de los métodos conservantes existentes como el salado y el ahumado; si que les “mataba” el mal sabor y el mal olor, a lo que se metían entre pecho y espalda aquellos especímenes de la raza humana que vivían por Europa.
En ocasiones tenían las especias, y la canela en especial, consideración de medicinas por sus propiedades antisépticas. Y es que el “Cinnamomum verum” (la canela), entonces, sólo se daba en Ceylan (Sri Lanka hoy, pero durante algunos siglos conocida como “la isla de los mil nombres”, porque nadie se ponía de acuerdo en el oficial), y estaba bajo el dominio Británico. Como comprenderán encontrar el arbolito de la canela en aquellas tierras americanas hubiera sido un puntazo económico mundial para el descubridor y para España. Ya que la canela ha sido usada, hasta hace bien poco, incluso en la España rural, como el mágico relajante que inducía sueño a los niños…y permitía a las madres ir al campo a trabajar. Además, cuentan, retrasa la menstruación, cauteriza abrasiones en la lengua, es beneficiosa contra la diabetes (reduce el azúcar en sangre) y el colesterol. Funciona contra los resfriados, la gripe y la bronquitis; combate náuseas, vómitos y diarreas; estimula el sistema digestivo y, aún hay quien asegura, tiene algo de estimulante del deseo sexual. Vamos, que si había un bosque de canela por allí, había que ir a por él. Y fueron. Y, lógicamente, NUNCA ENCONTRARON LA CANELA.
Pero se dieron con un conjunto fluvial inmenso. Al río en cuestión, Grande que dejó escrito Carvajal, le llamaron enseguida “Amazonas”, porque contaba el cronista que en repetidas ocasiones fueron atacados por “feroces mujeres guerreras” que le recordaron, erudito que era el dominico, a las amazonas de la “LITERATURA GRIEGA”. Pero lo curioso del asunto, es que ingresando a la colonia portuguesa (Brasil) se le denominó “Rio Solimaus”; que significa “SÓLO LIMONES”. Ya que el cronista “Gaspar de Carbajal” solo alcanzaba a divisar a ambos lados del majestuoso río. “SOLO ARBUSTOS DE LIMONES”. Singular caso, ya que Carvajal se le olvidó que “supuestamente” fueron atacados por hombres de cabellos largos…pero liderados por mujeres. Vaya Ud. a saberlo ahora. El caso es que “Amazonas o Solimaus” lo llamaron según el país donde se ubica. Lo que no sabía el citado cronista es que siglos después generaría un tremendo debate; sobre el punto de nacimiento del “Río Amazonas”. Ya que los peruanos aseguramos que nace en la unión de los ríos Marañon y Ucayali. Y los brasileños más de tres mil kilómetros después, en la unión de los ríos Solimaus y el Petro. (a la altura de la ciudad de Manaus). MENUDO DILEMA PARA TODO PERUANO CHAUVINISTA CUANDO MIRA ESTA ÚLTIMA DESDE LOS AIRES.
Volviendo a nuestra historia, lo cierto es que “Gonzalo Pizarro” tenía la obsesión de realizar esta misión que podría reportarle grandes beneficios. Se trataba de la búsqueda de una tierra de la que algunas leyendas auguraban encontrar el País de la Canela, un lugar cubierto por bosques de la carísima especia e incluso la cuna de El Dorado. Por tal razón partió de Cuzco el 1 de diciembre de 1540 con dirección a Cajamarca en compañía de cien hombres a pie y otros tantos a caballo, con la clara intención de adentrarse en la Amazonía por la zona del “Cenepa”, pero con tan pocos efectivos la expedición fracasó. Por ese motivo aceptó de muy buen grado el apoyo de su primo Francisco de Orellana. Que venía de Quito, por lo que la comitiva de Gonzalo Pizarro, pasó a contar con una inversión de 70.000 ducados donde se contaba 3000 nativos, 200 soldados españoles, más de 2000 perros de caza y 100 caballos. Tras recorrer unos cientos de kilómetros la expedición empezó a extenuarse y perdió a cien de los porteadores.
La entrada en este territorio selvático tropical fue el infierno para la expedición. La falta de alimento y el sol extremo, martirizó a los conquistadores con graves enfermedades que los mermaban. Muchas tribus indígenas con sus cerbatanas envenenadas atacaban la gran caravana. El recorrido era de más de 1000 kilómetros y de allí un recorrido seguía pareciendo interminable hasta lo desconocido. Cientos de hombres caían como moscas. Es entonces que Gonzalo Pizarro decidió separarse y abrir dos frentes de búsqueda, el se fue hacia el “SUR” y su expedición se truncó al encontrase a los pocos kilómetros con el “Río Marañon”, y Gonzalo Pizarro descubrió que no había canela, tan solo algunos falsos árboles dispersos y poco rentables. Sufrió una tremenda decepción.
A Orellana le tocó ir hacia el “ESTE” para que se adelantara y recogiera información del terreno y la población. Al llegar a adentrarse en la actual provincia de “Condorcanqui – Región Amazonas”, lo que consideraban su destino, los españoles trataron de hallar otro camino. A varios kilómetros de travesía encontraron un río (que después se bautizaría como río Coca), poblado por nativos pacíficos. Con varias embarcaciones requisadas a los indios, iniciaron el descenso por ese cauce. Luego se adentraron en la selva en una caminata de varios días recorrieron, hasta la confluencia con otro cauce fluvial de media legua de anchura, el que posteriormente fue llamado “RIO NAPO”. Allí las aguas eran cada vez más profundas, por lo que decidieron comenzar la construcción de una embarcación de dos palos, el mayor y el trinquete, para las velas cuadradas, y un Palo grueso, horizontal en proa para ariostrar las velas. La construcción del navío les llevó tiempo, y mientras trataron de hablar con los nativos. Más adelante, les dijeron, que encontrarían poblados surtidos de alimentos que podrían alcanzar con el barco construido y con algunas embarcaciones adquiridas a los indígenas.
Pero las condiciones del afluente tomado (Río Napo), no les permitieron volver y debieron seguir avanzando, afrontando todo tipo de penurias. Al poco encontraron una aldea nativa en la que obtuvieron alimentos para recuperar fuerzas y disponer de reservas de víveres. Pero entre la tripulación, tras la larga travesía, se extendió la idea de que volver contracorriente era prácticamente imposible, incluso suicida, por lo que optaron por reclamar al capitán Orellana continuar el viaje siguiendo la corriente del río. Según las malas lenguas Orellana se resistió al principio fingiendo que él quería volver pero al final se convenció y decidieron seguir adelante por su cuenta y riesgo. Tras dos meses avanzando por el Napo (13 de febrero de 1541), se encontraron en un gran río al que posteriormente llamarían de las Amazonas. Atracaron en la zona y allí Orellana renunció a la capitanía que ostentaba y fue nombrado por sus compañeros caudillo; rompiendo su lazo político y militar con Gonzalo Pizarro. Ahora era independiente para ordenar y decidir qué hacer y qué no.
Construyeron un segundo bergantín llamado el Victoria y prosiguieron la navegación. Entablaron combate con varias tribus, entre ellas, según cuentan los cronistas, una formada por mujeres guerreras que les causaron muchos daños y fue por ellas que el río pasó a nombrarse “Río Grande de las Amazonas”. Si bien no hay fundamento para afirmar que, efectivamente, fueron mujeres las que les atacaron, lo más lógico es que fueran hombres más blancos de lo normal en la región y con el pelo largo lo que les llevó a confundirles y confirmar con ello una leyenda de una tribu de mujeres sobre la que ya habían oído hablar anteriormente.
Tuvieron que tardar siete meses más navegando por el propio Amazonas, para que los españoles pudieran llegar a la desembocadura en el Atlántico. Francisco de Orellana al llegar a España fue juzgado acusado de traición, pero resultó absuelto de todo cargo. Al cabo de dos años regresó nuevamente al Río al frente de otra expedición, con el objetivo de recorrerlo en sentido inverso, pero falleció en el intento. Lo que es seguro es que el descubrimiento del Río Amazonas no se logró por algo intencionado. Aunque la desembocadura del río ya se conocía, ya que el primer europeo en tener contacto con el río Amazonas fue “Vicente Yáñez Pinzón”, que en la expedición que realizó en el año 1500 llegó a su desembocadura en el Océano Atlántico navegando desde las Antillas. Y es así como la expedición de “Francisco de Orellana” pasó a la historia como el descubridor de nuestro majestuoso Amazonas. Como colofón de esta historia puedo decir que “Orellana sin esperanza encontró lo inesperado; ya que realizó un descubrimiento cuando no lo estaba buscando”.