La caravana nupcial, el colectivo del casorio, recorría entonces las calles de Iquitos ofreciendo las gangas de una surtida boda compartida. Era el momento en que la autoridad edil ofrecía a la ciudadanía un matrimonio gratis para asegurar la relación con un papel sellado y firmado y para acabar con la sospechosa presencia de solteros y solteras. La caravana del casorio partía muy temprano llevando a especialistas en asuntos de enlace e iba de acá para allá, agarraba los lugares más populosos, se instalaba en lugares públicos para inscribir a los candidatos a la boda masiva. Entonces nadie sospechaba lo que acontecería de un momento a otro. Nadie hasta ahora podría describir el momento culminante en que la andante caravana sufrió el ataque de unos desconocidos armados que aparecieron en determinado calle. En un principio se pensó que se trataba de un vulgar asalto, de un despojo de dinero, pero se trataba de otra cosa. Se trataba de un secuestro.
La noticia del impensado secuestro de la caravana nupcial dio la vuelta al mundo entero. Era increíble que unos bandoleros se atrevieran a apoderarse de esos autos, de esas motos, de esas furgonetas que recorrían la ciudad buscando a los futuros casados. Pero así era. Lo más extraño de todo era que los bandoleros no pidieron ningún rescate y se callaron en todos los idiomas. En pesquisas cansantes, en dilatadas diligencias, los policías de tantas armas se perdieron, tratando de encontrar pistas y huellas de los secuestradores. Pero nada encontraron. Era entonces un enigma el destino de la caravana del casorio. Muy pronto la ciudad entera lamentó la desaparición de ese colectivo y se sintió huérfana y sin poder casarse. Y, curiosamente, por esa época aparecieron parejas que reclamaban la presencia del matrimonio masivo. Fue como si todo el mundo quisiera amarrarse de por vida. Pero no había manera de formar otra caravana nupcial, otro colectivo del casorio.
Entonces, como tantas otras veces, estalló la protesta en la ciudad. De tantas partes surgieron brigadas enfurecidas que portaban carteles conde exigían la instalación del matrimonio masivo, de las nupcias colectivas. Era tan intensa la campaña que las autoridades no pudieron soportar la avalancha y renunciaron a sus cargos. En el presente, la protesta sigue y se puede decir que todo el mundo busca que vuelva la caravana nupcial para que instale para siempre la boda comunal y compartida.