En mis incursiones por la biblioteca del barrio, en la estantería que está al ingresar al local me encontré cara a cara con un libro de Philip Roth que recogía muchos de sus ensayos y entrevistas. Cogí el libro y me fui a la sala de lectura que estaba llena de chicas y chicos jóvenes. Algunos muy serios estudiando y tomando notas, y otros, con el móvil en la mano pendientes del novio o la novia. Casi siempre está llena la biblioteca, eso me alegra mucho y me levanta el ánimo. Recuerdo que fui a la biblioteca municipal de Long Island/Isla Grande y no encontré a ninguna lectora o lector. En uno de los ensayos Roth citó a un escritor que le seguía la pista porque es muchas veces citado, me refiero a James Baldwin (1924- 1987). Es un escritor visceral que escribía con sangre y mucha indignación. Tiene una gran destreza narrativa para abordar la historia. Me levanté súbitamente y me fui a las estanterías a buscarlo. Y me encontré con la novela “Blues de la calle Beale”, es la historia indignada contada por una mujer desde los márgenes de una sociedad que castiga a la gente por su color de piel. El novio de ella está en la cárcel injustamente. Le incriminan en una violación de una mujer de Puerto Rico, todo hace pensar por ser negro. Quién encamina esto es un policía blanco racista. Las pruebas son débiles pero en un sistema judicial que acarrea mucho prejuicio racial ya se sabe quiénes son los perdedores. El novio de la chica al estar en la cárcel moviliza a la familia, en especial, la de ella que espera a un bebe de él. Hacen lo indecible para pagar los honorarios del abogado. Los personajes no confían en la justicia que no se pone las vendas para juzgar. Luego de un denodado esfuerzo para ir a visitar a la chica violada que vive en San Juan de Puerto Rico, ella no puede venir porque le sobreviene un ataque de locura al perder a su hijo que le hizo perder el quicio. Las esperanzas se desvanecen pero ellos, como los perdedores, siguen en pie, luchando contra todos.