Un amigo me dijo alguna vez que la política consiste en administrar las frustraciones. Eso es muy cierto, y aunque muchas veces nos negamos ser políticos, lo somos, y lo seremos siempre cada vez que participemos o no en ella, porque ya desde que nacemos todos somos políticos, y todos estamos condenados a esas frustraciones que nos genera vivir en esta sociedad peruana.
Vivimos un desencanto generalizado en todo el país que no nos atrevemos a enfrentar, motivado por los gobiernos autoritarios, y las seudosdemocracias que nos heredó este desencanto, estas frustraciones, este desencanto político peruano que nos deja democráticamente impotente, no heredó este gigantesco esfuerzo de contenerse a opinar sobre política, o a no dejar de elegir por una autoridad, a pesar de que no creemos en él. Somos morosos para pensar en una buena elección de político, es mejor si le vemos la cara y si nos inspira ternura o confianza, por los ojos o por la voz. Pero el desencanto seguirá luego, cuando el político “azul” dejó de ser “príncipe”, terminando siendo sapo o tal vez otorongo.
¿Realmente necesitamos un actor como primer ministro? Nuestras frustraciones políticas tal vez no estén a punto de explotar, porque nos pusieron al frente al “actor”, que hará bien su libreto sobre políticas de Estado, al actor que tendrá un segundo éxito en las pantallas, donde siempre estamos prendidos, y ser más proclive al engaño. ¿Acaso esto no hace más estéril la política peruana? Pues la civilización del espectáculo ya se puso de moda hace mucho tiempo en la sociedad peruana, ¿pero era necesario llevar a la política a ese nivel de espectáculo nada civilizado? Nuestra mínima desconfianza de pronto se destruirá y nos quedaremos con el espectáculo de ver como la política termina en unos de esos programas chatarras, que, si ya el congreso es un circo, ¿será necesario renovar el circo también en el Ejecutivo? La democracia se desprestigia en manos de quienes nos gobiernan, ¿eso acaso no nos hará proclive al autoritarismo para equilibrar su lado contrario? Por el momento no veo idoneidad ni eficacia en esta democracia para equilibrar su relación entre los poderes, porque el instrumento que tenemos para este sistema político no nos está gobernando, sino nos está distrayendo, entreteniendo, burlándose.
Que nuestra experiencia como país nos haga ver qué descuidada está nuestra democracia, que no es una tarea insalvable recuperar nuestra visión de país, sino que nuestro emprendimiento colectivo, y nuestra tarea individualizada, sea de responsabilidad moral, todos los días de nuestra vida peruana.