En unos últimos eventos deportivos, que no es el fútbol, unas chicas italianas publicaron una foto en las redes sociales. Ellas habían ganado una importante prueba atlética y estaban la mar de felices. Sonrisas y gestos de la victoria. En paralelo, el Ministro del interior del país de las atletas negaba a un barco de rescate que pudiera acoderarse en uno de sus puertos porque llevaba personas que huían de las guerras y el hambre desde el continente africano – la alcaldesa de Barcelona ofreció darles acogida cumpliendo con una obligación humanitaria. Sacó el ministro italiano los dientes más largos para lanzar improperios contra la dignidad humana – ¿será también una muestra de la cultura europea del respeto a los derechos de la persona? ¿Por qué actos tan seguidos de maldad humana? Lo publicaba la sindaco (alcaldesa) de Roma que la cittá había sido declarada como ciudad antifascista ¿será esto suficiente para detener la deriva xenófoba y racista que cada día se desboca en la Europa de los derechos? Es muy interesante observar que estos gestos, y otros, hacen que el proyecto europeo haga agua por todos los lados. Es una embarcación sin rumbo ni capitán, el capitán ha sido doblegado por las empresas que imponen sus reglas y ha erosionado su autoridad desde hace mucho tiempo. Todos estos acontecimientos en unos días y en un mismo país como Italia. Emocionalmente hay desgarros, es evidente. Volvemos otra vez a la foto de las atletas porque deliberadamente de mi parte tenía un dato escondido. Es que las atletas italianas que posaban victoriosas y rebosantes de alegría eran muchachas negras. Sí, eran producto e hijas de la inmigración que tanto aborrece el Ministro italiano del interior casi alineado políticamente con Trump o el presidente de gobierno de Hungría, de tristes historias. Todo esto es un espectáculo denigrante y un retroceso de años como personas humanas ¿Qué dirá la historia con mayúscula sobre estos hechos tan cuestionados? Nos volvemos a tropezar en la misma piedra.
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