Lo que nos revela la tortuosa relación de las personas humanas con las máquinas, en este caso los ordenadores y las redes sociales, es la profunda soledad en la que estamos sumergidos. Hay personas que están más atentos a lo que le envían por las redes sociales que a lo que está sucediendo con su entorno. Cada vez la pobreza en términos emocionales de la humanidad es mayor que muestra la poca vida en la que se desenvuelve. Es un fenómeno que ocurre en cualquier punto del globo terráqueo. En Maputo, Lusaka, pasando por Illa Gran o Madrid la gente está conectada, “enganchada” como un poseso a la pantalla del móvil, tableta o del mismo ordenador. Le importa un mamey la bulla urbana o la turistificación de la ciudad. A lo suyo, el resto poco importa. En una de los capítulos de “Black mirror” trataba que las personas llevaban un chip cerca de la oreja y a través del chip rastreaban la vida de las personas, claro, la vida en la red. Es así que el personaje decide rastrear la vida de su mujer en la red llegando así a sus antiguos novios ¿es eso lo que queremos? Cada persona tiene su pasado y no por eso la podemos condenar y maltratar. Entonces, el marido con la información de ella existente en la red él comienza a torturarla psicológicamente. La vida en común se hace endemoniada. Llegando a ir, lleno de celos e ira, hasta la casa del antiguo novio para encararle y llega a dudar de la paternidad de la hija, quien inocente a todo jugaba en la casa ¿hasta dónde podemos llegar con el uso de la información en la red? En otro de los capítulos de la serie, alguien que no se sabe quien comienza a usar a personas, con información íntima de ellos en la red, para que asalten un banco. Una vez conseguido su propósito, la información que tenía sobre ellos, y que la usó como chantaje, finalmente, es puesta a disposición de todos ¿estamos creando un mundo cada vez más plano e inseguro?
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