Quienes me conocen -y no son pocos como quisiera- en el ámbito laboral saben que combino relativamente bien el trabajo con la diversión. Porque, asumo la vida, con la jovialidad que la realidad muchas veces nos niega. No se puede mantener la jovialidad, por ejemplo, con la situación de pobladores que viven como si estaríamos en la situación de cavernarios. Pero la profesión que escogí hace inevitable que tenga que frecuentar los lugares más prósperos y también los paupérrimos.
Esta semana -que comienza los domingos y termina los viernes por los compromisos laborales- ha sido una reafirmación de la profesión. Me he sentido más periodista cuando ya pensaba que la adrenalina de «estar al borde de la primicia o la revelación» había encontrado la jubilación anticipada. Con esta frase grafico lo vivido esta semana: «Muévete, que estás vivo». Porque, digo, sólo se intenta matar a lo que se considera vivo. Y, como en junio de 1990 y los años sucesivos, me he sentido parte de un equipo. Lindo equipo. Joven equipo, a pesar de los cincuentones que los conformamos mayoritariamente.
Ha sido el tema de la Plaza 28 de julio que ha revelado la condición de plazuela de algunas autoridades que, a pesar de la formación académica que poseen, consideran que todas sus obras son infalibles y tienen que aplaudirse al unísono. No es así. Lamentablemente no es así. Porque ni las obras están exentas de errores ni las autoridades son infalibles. No entender así la función pública que desempeñan es ingresar a una vorágine que -irremediablemente- llevará a quien la protagoniza por el despeñadero del fracaso. Como bien lo recordó un colega en una reunión «del equipo», lamentablemente hay cabezas visibles que son blanco de los insultos de las autoridades aludidas. Y esas críticas a «la cabeza» deben asumirse hacia todo el equipo. De esta forma no solamente se podrá capear las mismas sino que servirá para fortalecer el trabajo y a los integrantes.
Ha sido en una sesión de Concejo donde se ha tratado -infructuosamente, felizmente- de dar lecciones de periodismo a quienes ejercemos esta profesión. Y, claro, esto demuestra que estamos en el camino correcto y que esas autoridades han ingresado a una espiral donde ven demonios donde existen otros duendes. Así que, si no es mucha molestia, desde éstas líneas pedimos -casi al borde del suplicio- que la autoridad o autoridades que creen ver en el trabajo «del equipo» una individualidad que sigan con esa ceguera porque les impedirá ver el problema propio y tratar de encontrar los ajenos. Si esas autoridades siguen haciendo lo que hicieron la semana que culmina sabremos que vamos bien. Demasiado bien. Porque estamos en movimiento y, además, somos realidad.