Por Filiberto Cueva
A finales del 2014 suman 11 las veces que me había cambiado de casa. A este momento, ya he perdido exactamente la cuenta. Pero podrían llegar a ser más de 20, probablemente. Quizá un poco más o un poco menos.
Aprendí a viajar solo a los 12 años. Cuando en Perú no hacía falta portar en mano un documento que apruebe el viaje, firmado por padres o apoderados. Recuerdo que iba de Utcubamba a Chiclayo. Mi padre me despidió en el terminal. Él estaba muy triste por tener que dejarme ir solo. Yo aún más triste por tener que irme y dejar a mi padre. Para aquel entonces, yo iba a la escuela en Chiclayo, y mis padres trabajaban en Amazonas.
Desde aquel entonces, no he parado de viajar. Casi siempre solo y confieso que me encanta hacerlo. Ir de un lugar a otro. Descubrir nuevos lugares y dejarse sorprender por nuevas personas, es algo que realmente entusiasma.
Sin embargo, algo que no me gustan, son las mudanzas. El tener que llevar mis cosas de un sitio a otro, es cansado. No solo he perdido tiempo, antes, durante y después de la mudanza, sino que, he perdido una gran dosis de energía. Claro está que las mudanzas con amigos o familia, son más sencillas. Algunas terminan en fiestas. En mi caso, la mía terminó en un, no me quiero, pero lo tengo que hacer.
Hace una semana me he cambiado de casa y ha sido terrible tener que meter en cajas todo lo que me tengo que llevar. Ha sido terrible tener que cargar una a una las 5 cajas. Por supuesto ahora es terrible tener que abrir cada caja, y sigue siendo más terrible, que la pastilla que tengo que tomar a tal hora, haya estado en una caja, pero no al no saber cuál, tener que abrirlas todas hasta dar con ella.
Contradicción más grande, siempre he mencionado a Borges y sus recomendaciones de “viajar ligeros de equipaje” a amigos que se veían en situaciones de muchas cosas por cargar y poca energía para hacerlo. Pero hoy que me ha tocado, he demostrado que aun ando cargado de equipaje y que quizá deba hacer una revisión entre lo que me sirve y lo que no, y lo que a otros podría servir más que a mí.
Querido Borge, lamento mucho no haber seguido las instrucciones de uno de tus poemas, y que, en vez de andar ligero de equipaje, esté en este momento, rodeado de cajas.