Estos dÃas finales de la primavera que ha sido pasado por agua, llovÃa dÃa sà y dÃa no. Casi todos los dÃas amanecÃa encapotado. Bajo estos tiempos primaverales me refugié con la novela de Richard Ford, “Incendiosâ€. La historia narra la vida de una apacible familia de clase media norteamericana donde el padre enseñaba a jugar al golf en un club de un pueblo, y la madre a dar clases de matemáticas y se dedicaba a las labores de casa. El hijo que tenÃan todavÃa andaba dubitativo para ir a la universidad, no sabÃa a cual. Un buen dÃa cerca de donde vivÃan se declara un incendio que se vuelve indomable por varias semanas. El padre decide de un dÃa para otro que se va a trabajar en las cuadrillas para sofocar ese incendio. Y la madre no le dice nada. Pero a los dÃas siguientes ella tiene una aventura amorosa que es narrada por el hijo adolescente. Estas decisiones de los padres por diferentes circunstancias se convierten en un incendio en la vida de esta sosegada familia. A los dÃas de regresar de apagar los fuegos de las laderas, el padre se encuentra con la noticia que su mujer quiere romper con él porque quiere a otro hombre. El marido acepta la decisión pero con mala digestión de sus emociones. En un acto de desesperación intenta quemar la casa del hombre que corteja a su mujer pero yerra. Finalmente, el hombre que salÃa con su mujer perdona al marido porque por ese podrÃa ir a la cárcel por el intento del incendio y se va del pueblo. La mujer abandona el pueblo y al final, después de unos años, se reconcilia con su marido que se vuelve vendedor de seguros. Pero la metáfora del incendio es clave en la novela. No sólo es el incendio real sino es aquella ignición que de manera imprevista devasta nuestras emociones. Los hechos (o decisiones de los padres) ocurren de un dÃa para otro como los incendios que pueden ser provocados o no. Que los rescoldos a pesar de estar controlados pueden seguir ardiendo después de un tiempo. Es una historia como nos acostumbra Ford donde en la superficie se circula dentro de cierta normalidad y en los mares de fondo del ser humano existen hondas deflagraciones. En verdad, una bella historia.
