COLUMNA: PIEDRA DE SOL
Por: Gerald Rodríguez. N
Es bien difícil que uno de los tantos candidatos que aspiran el poder, uno de ellos, sea realmente el ideal para quienes no simpatizan con nigún candidato. Y es que al final, la elección será solo para el mal menor, por el quien miente mejor, por quien sea aparentemente mejor por ser extranjero, por vivir en el distrito más poblado de Lima y es empresario, por quien fue gobierno y no hizo nada (la memoria del peruano es frágil), y después del que mal menor gane, seguiremos en busca del candidato perdido, al que los dinosaurios apalastraron; los más pequeños devoraron y la población lo dejó pasar como los judíos dejaron pasar a Cristo.
Pero el candidato perdido es secuestrado por las encuestas y no aparece ni siquiera en el rubro de “otros”; el candidato perdido no tiene lugar en los debates para los empresarios donde debería mostrar su propuesta, no es invitado a los programas de debates políticos; no posee dinero para publicidad. El candidato perdido no regala polos, gorros por las calles ni los mercados; tampoco regala tazas ni lapiceros para los colegiales o las amas de casas; ni mandiles ni calendarios; mucho menos regala dinero el día de las elecciones para que voten por él. Tampoco pasará la valla electorera, tampoco tendrá por qué responder a las empresas que invirtieron en su campaña después de perder. No se quedará con dinero recaudado de la campaña después que solo un porcentaje lo haya gastado. Seguirá trabajando por quien siempre lo ha hecho, y no permitirán que le digan que es un “ocioso” porque a él “la plata no llega sola”, tampoco tiene “plata como cancha”; ni universidades, ni juicios por qué responder; tampoco podrá prestar dinero a su partido; no tiene jueces y fiscales a su favor en casi todo el país que sean partidario de su agrupación política. El candidato perdido no es tránsfuga ni tampoco hace alianzas de la cual se arrepentirá y saldrá a la televisión arrebatar contra su ex socio de campaña. No permite que ex gobernadores regionales enjuiciados, políticos rezagados, ni desconocidos improvisadores sean sus candidatos al congreso, ni permite que ex vicepresidentes actuales quieran subirse al coche de su partido electorero para seguir manteniéndose en el poder; pues el candidato perdido es demasiado honesto para ser realidad, es demasiado correcto como para ser llamado corrupto o demagogo. El candidato perdido es una utopía en la política, es un fregón de las tajadas que los otros candidatos pretenden lograr cuando ganen.
El candidato perdido no responde a intereses ajenos sino al interés propio del pueblo que lo ha elegido; no ha vendido al país con préstamos bancarios y empresariales para hacer campaña que durante su gobierno tendrá que pagar sin importarle el desarrollo. El candidato perdió no tiene doble nacionalidad, tampoco pretenderá huir al extranjero al término de su mandato si es que llegara a gobernar. Nadie ve al candidato perdido andar por las calles, nadie por ahora escucha sus plan de gobierno, el candidato perdido espera que el país a que postula como Presidente enarbole por sí mismo su propio plan de gobierno, y que sea el pueblo mismo que elija al candidato perdido como su candidato, y no aceptar a los que solo se han proclamado como candidatos, sin que nadie los haya encontrado, ni les hayan dicho que los necesitan.