En el censo de obras destacadas de los municipios amazónicos brilla, con luz propia y nitidez incuestionable, una obra monumental. Fue hecha bajo el amparo y el ojo constructor de don Euler Hernández. La obra está ubicada en la aldea El Milagro y no llama la atención de nadie ni convoca la envidia de ninguno, pues se trata de una letrina solitaria, aislada, perdida. Así como se lee, de una letrina ubicada a medio camino del poblado y que servirá para que los posibles y probables turistas tengan donde hacer sus descargas corporales.
El solitario baño de El Milagro es una obra de alta ingeniería, y contó con la colaboración de los mismos pobladores que pusieron la mano de obra. No se sabe si el mismo alcalde Hernández participó en la misma con su paleta de albañil, ni se conoce el nombre del arquitecto o del ingeniero civil que puso la mano final para que la obra no mostrara fisuras o desperfectos. Lo único que se sabe a ciencia cierta es que el burgomaestre arribó personalmente a dicho lugar para entregar la taza de rigor y otros materiales para la construcción de ese portento.
La fotografía de Euler Hernández cerca de la taza es de antología y viene dando la vuelta al mundo como una muestra de la eficacia de una gestión edil que piensa en todo, hasta en aliviar las urgencias naturales de los visitantes. El éxito de ese primer baño es importante y permitirá a Euler Hernández convertirse en poco tiempo en un indiscutido sembrador de letrinas en aldeas, caseríos, centros poblados más humildes. Al final de esa meritoria labor, de esa cruzada constructora, el paisaje rural selvático cambiará de todas maneras para beneficio de los visitantes y turistas que entonces tendrán lugares establecidos para hacer sus necesidades corporales.