La relación de Isla Grande con la cultura en sus diversas manifestaciones es una relación tensa, conflictiva, de negación, lo que se anda en un día en la noche se descabalga. Todavía no hemos, los insulares, dado en la diana en este tema. Advertencia: Isla Grande no es Iquitos como algunos ingenuos piensan. Es una asociación desmedida que se incurre con frecuencia. Esta ínsula es un condado literario perdido en la floresta peruana y está empedrado de buenas intenciones como en el infierno. Además allí suceden los hechos más disparatados y surrealistas. De chalados. Muy por el contrario, la ciudad de Iquitos es una urbe que está embebida de cultura y sus autoridades, hombres y mujeres, están a muerte con el tema cultural, casi son unos talibanes en este tema. A diferencia de Isla Grande, Iquitos es más racional, ama a Descartes, descarta las emociones en la toma de decisiones. Detesta la improvisación casi todo se planifica y se debate participativamente con tiempo. Sus autoridades y la ciudadanía viven, sueñan con propuestas culturales y son la envidia del país (es una urbe ecológica y sin ruidos), sobretodo en comprensión lectora que ha puesto a la ciudad y a la región en las cotas más altas de popularidad. Este rollo es para apostillar lo que leía en un diario de la capital que en Lima un grupo de tontos, siempre en el anonimato, hicieron pintas contra un mural de Chabuca Granda, le pusieron bigotes. Claro, esas malas conductas cívicas tienen una lectura más psiquiátrica con esta cantante criolla reconocida en Perú y fuera de él. Bueno, en Isla Grande ocurrió un hecho similar pero más agraviante. Previo paréntesis: Indico que no estoy de acuerdo con ese tipo iniciativas culturales privadas que, desgraciadamente, no se orientan a una política cultural más integral. Unas personas con buena intención y cierto candor –también hay que decirlo, promovieron murales con rostros de reconocidas personas relacionadas con la actividad cultural y estos fueron borrados de un plumazo de donde estaban de un día para otro. Con actos como estos cabe preguntarse ¿Qué ha pasado?, ¿los rostros de las personas elegidas incomodaban en los murales?, ¿estaban en desacuerdo? Todavía se buscan respuestas.
Inexplicable decisión ésta de querer borrar el arte de las calles. La «santa» inquisición no ha desaparecido. Pero han pasado muchos años y el arte vive y seguirá viviendo.
saludos
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