[ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel].
Después de la muerte de Edita Guerrero se han desenterrado los peores males nacionales. Todos. Representados, lamentablemente, por la televisión que, como se sabe, ocupa buena parte de la vida de todos. Luego de la autopsia confieso que creí que el esposo de la cantante –ya viudo, para esos días- había provocado la muerte. Porque todos los informes periodísticos coincidían en señalar que la necropsia determinó la existencia de 28 golpes en la cabeza de la vocalista. Hasta que apareció un artículo firmado por Fernando Vivas en la web de El Comercio.
Ahí el columnista afirmaba que «Preocupa y conmueve el caso de Paul Olórtiga porque es una víctima de la televisión». Y esa víctima de la televisión encontró una caja de resonancia en el Ministerio Público, primero y en el Poder Judicial, después. Precisamente las dos instituciones que tiene que ver con la justicia en el país. Desde que el Poder Judicial admitió el pedido del fiscal de ordenar la prisión preventiva para el odontólogo la vida de Paul se convirtió en una pesadilla. Primero como prófugo, luego como detenido, después como preso y, finalmente, en libertad. Porque después de 74 días en prisión algunos medios continúan con el circo. A pesar que la pericia de parte practicada confirma que Edita Guerrero murió por aneurisma y no por golpes.
A pesar de ello el fiscal superior Ramiro Calle, insiste en que Olórtiga debe seguir preso porque su defensa no había logrado desvirtuar las pruebas que lo habían llevado a la cárcel. Aunque la Primera Sala de Apelaciones, que dirige el juez Daniel Meza Hurtado, explicó “que para otorgar el cese de prisión preventiva no era necesario desvirtuar o deslegitimar los presupuestos iniciales, sino solo restarles fuerza, debilitarlos”.
Como bien se ha dicho no se trata de invalidar la necropsia o de desvirtuarla. “Basta con que se le quite gravedad e intensidad. Y eso ha ocurrido. En este estadio no estamos analizando el fondo de las cosas. Donde se va a analizar el fondo es en la etapa de juzgamiento. Por ahora se está haciendo decaer los presupuestos iniciales, con los nuevos testimonios, y por eso Olórtiga debe ser procesado en libertad. Se le varía la prisión preventiva por comparecencia restringida”. Y punto.
Por eso es bueno recordar a Vivas cuando hace varios aseguró que “Paul Olórtiga es víctima de nuestro interés en seguir en una historia trucha, bamba, alterada, un esperpento inventado por todos nosotros. Este hombre no debe seguir siendo víctima de ello y debe salir libre para seguir su proceso en comparecencia». El tiempo le ha dado la razón a un especialista en crítica de lo que hace la televisión. Pero la televisión le ha quitado la libertad a un esposo que no cometió delito alguno y que debe aún enfrentar las acusaciones por los presuntos delitos de parricidio, asesinato, feminicidio y lesiones graves por violencia familiar. Paul ya está en libertad, condición que nunca debió perderla. Pero a veces la justicia se torna injusta con la complicidad de la televisión o, mejor dicho, de quienes la manejan irresponsablemente.