El trabajo de Rosângela Rennó me dejó un buen sabor de boca. Es un trabajo sobre la memoria, etnografías, los archivos y las ausencias. Lo que no está en las imágenes. La partida a tierra adentro salía de Telde – fue la primera capital de la isla de Gran Canaria, y su inmenso jardín botánico. Ahí hay que tomar fuerzas para la aventura en las entrañas de la isla. Es como descubrir un mundo dentro de otro, como pelar las capas de la cebolla llevándote gratas sorpresas. El autobús iba muy lento y poco a poco (felizmente, para evitar los mareos que me persiguen en los caminos sinuosos), ascendiendo hasta llegar a Roque Nublo, a 1.732 metros sobre el nivel del mar. A pocos kilómetros de la costa te topas con las montañas. El paisaje de pinos es indescriptible. Se goza casi en secreto. El cielo abierto es el mejor aliado del paisaje, desde las alturas pudimos divisar al Teide, es un volcán situado en la isla de Tenerife, cuya altitud es de 3.718 metros sobre el nivel del mar. El paisaje es imponente, te hace sentir lo insignificante que eres ante la vida y la geografía, te envuelve en tu finitud. La ruta trazada era también para conocer la presa de Fataga, cuya vista impresiona, la obra humana compite con la naturaleza que la rodea. En una parada del recorrido degustamos, y vimos, la preparación del mojo picón (nos hemos propuesto hacerlo en casa) y el gofio, infalible, en la mesa insular. Me encantó el caldo canario que nos pusieron. En el recorrido de recodos por las montañas nos detuvimos por el pueblo de San Bartolomé de Tirajana, donde el color predominante de las casas era el blanco y el silencio – que muchos urbanitas lo detestan. Casi para llegar a la costa, a unos kilómetros, nos detuvimos en un cañón espectacular. El viento, la neblina, el color de la tierra crean un paisaje muy particular. El final del paseo eran las dunas de Maspalomas y el mar azul. El epílogo del viaje por la Isla redonda no tiene lugar (me resisto, nos resistimos), es un ir y venir permanente de la memoria, las ausencias, de la escritura. Aquí entre márgenes de voces del tiempo, de continentes, de mitos y razones se guisa algo.

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