Los meteorólogos anunciaban una intensa lluvia tropical, pero el cotilleo señalaba que fue una leve garúa que vino y se fue sin dejar ninguna huella, me dijo con guasa Sebastian mientras miraba el televisor y al mismo tiempo cotejaba el watsap. La abuela Natividad con su mirada tierna y dulce daba en la diana con las predicciones del tiempo, y sin pasar por la escuela como remachaba mi tía Dorotea. Como extraño a la abuela en los momentos de la tempestad, su voz y olor me daban tranquilidad. Ya sabes como son esos pronósticos, más viniendo de quien las lanza, no tiene el instrumental adecuado, solo se guía por las intuiciones de su cuerpo (está jodido cuando sufre un empacho, la inspiración no le viene), así redactaba y redacta las profecías del horóscopo para el diario local que le pide esta colaboración, se ríe con cachita. Es un man de muchos oficios. Había incursionado en numerosas labores para ganarse los fréjoles. Vendedor de libros a domicilio, le persuadió a mi padre y terminó comprando una colección de best sellers, no se va arrepentir, sus hijos le agradecerán. Pocos picamos esos libros que reposaban en las librerías de la casa, eran de tapa dura y con ilustraciones, pero no dimos ni un mordisco, salvo uno que era la memoria tortuosa de un político. En las revistas insulares colaboraba en los temas de sociedad, es decir, era el reportero rosa del trópico, chismorreaba de los divorcios y amoríos del jet set del trópico húmedo. Una vez un pata de la revista le propuso un negocio, para editar libros, le fue muy mal, me quedé sin guita cuñadito, eso de la cultura son para otros, pero no para este pechito, lo decía con petulancia. En las tardes era un tertuliano de polémica en temas deportivos, deportivos era un decir, sólo se discutía de fútbol y punto pelota. Si tal o cual entrenador era el mejor para el equipo albo o se debería fichar al jugador revelación de ese año y de las comarcas aledañas, era del CNI por ancestro aunque el equipo se desgajara en el campo ante los rivales. Y en la noche, para rematar con su infalible guayabera blanca, tenía un programa de televisión de media hora, el programa era sobre política regional o local, se frotaba las manos cuando estaban cerca las elecciones, quien no, decía muy ufano mostrando la barriga redonda antes de la pichanguita en el Club Tenis con los patas del gremio. En este puerto comemos todos de esos candidatos, manito, sonríe mirando a la cámara, hinchado de contento, saluda con un vaso de ron en la mano y con una sonrisa pícara.http://notasdenavegacion.wordpress.com