ESCRIBE: Héctor Tintaya Feria
– No todo puede ser economía o números.
No sólo se vota por un programa económico ni porque la macro y micro economía estén siempre en azul, se vota por la gente. Tampoco se vota solamente porque las instituciones se consoliden, se vuelvan fuertes y realmente dejen de depender del poder político o de las influencias del dinero, se vota por las formas, la buena atención y la confianza. No todo en la vida puede ser el dinero o la estabilidad social, se vota también porque el que nos gobierne pueda ser sensible a los problemas más profundos de la sociedad, a las lágrimas de la gente, el que pueda respirar la pobreza para que la comprenda y la derrote, no todo es infraestructura y papeles ordenados en un país, es también masa y su ansiedad por querer participar en las soluciones.
No sólo se vota por el (la) que brinda una imagen del más fuerte y autoritario (a), sino por el que se comporte a veces con el alma de un niño, no sólo se vota por el que siempre esté circunspecto y presto a responder sabiéndolo todo, también porque el que sabe reír de veras, por el que pregunta para saber más, por el que improvisa una respuesta y puede entrar al lenguaje del criollo, del serrano o del selvático, entender sus formas de expresión, comprender su realidad, por el que juega un partido de fútbol o de voley y de repente lo haga mal no sólo cuando lo estén grabando o en elecciones o por el que de vez en cuando llore de impotencia ante la tristeza de su gente.
No sólo se vota por el que jura la constitución y dice respetarla, sino por el que sabe de civismo, de urbanismo y lo practica, no sólo por el que sabe de derecho sino por el que entiende que las leyes están hechas para beneficiar a la gente y no a unos cuantos. No sólo se vota por el que promete más pistas y puentes sino por el que ha caminado el lodo, ha cruzado los ríos y respirado las necesidades. No todo puede ser números, cuadros, juramentos, compromisos para un sector, también tiene que haber vida común y corriente, tropiezos y sin sabores que provoca lo no planificado, la espontaneidad.
No se vota sólo por el presente, también por el pasado, porque suele ser doloroso para miles y también por el futuro pero no el económico sino el que representan los sueños, el de pensar que se puede ser más justo dentro de un país históricamente injusto. No se vota sólo por un plan sino por un camino, una senda un destino, no por un modelo sino también por un estilo de vida, no sólo por una promesa sino también por una verdad. No podemos estar destinados a estar dentro de un papel para que podamos ser felices.
No creo que se deba votar por la herencia como política, no por los genes a los que pertenece una persona sino a su hechura misma, jamás se vota por la muerte siempre será por la vida, pero no de la que hablan los jerarcas de la iglesia en sus asambleas verticales, sino por aquella que un laico capuchino siente cada domingo que acude a misa y que suele ser la misma que encomienda en sus rezos a su cielo para que se irradie por donde vive y que lamentablemente casi nunca ve respuesta, pero insiste porque sabe que antes de morir algún tipo de señal tendrá.
No se vota por el que defiende al galpón sino al pollo, no por el asegurador, sino por el asegurado, no por el propietario de los caballos sino por el criador, no por el banquero sino por el bancario, no por el broadcaster sino por el comunicador, nunca por el rector, sí por el universitario, tampoco por el director, sí por el estudiante jamás por el empleador siempre por el empleado, no por el que corta el jamón sino por sus invitados.