Regreso a la tierra por algunos días y -¿saben?- y contrariamente a lo que pensaba en meses anteriores me provoca quedarme. Recorrer sus huecos, sus calles malolientes, escuchar sus locutores estridentes, apreciar las despreciables horas concesionadas de la televisión local con seres más despreciables aún. Me ofusca la bulla de los alrededores pero daría muchas cosas por afincarme por estos lares, definitivamente.

Y como si el tiempo no avanzara que es, para decirlo elegantemente, como si se detuviese, nos cae en la cara aquello del último lugar en comprensión lectora y –consuelo de tontos, dirán algunos- y solo hemos mejorado tenuemente en infraestructura. Algo es algo dirán otros. Pero más allá de esas cifras ¿saben lo que más deprime y desalienta? Que el futuro no se presentará mejor. Que los alumnos seguirán leyendo poco y comprendiendo menos. Que nuestros divinos tesoros –al menos eso decían de nosotros cuando vagabundeábamos en las aulas escolares- se irán perdiendo gracias a los alquimistas del nunca jamás. Y mientras veo las cifras y recorro las calles polvorientas de Iquitos recuerdo una conversación con un alcalde distrital de una jurisdicción limeña que intentó reelegirse.

Contaba este abogado que una vez ganada la elección en su distrito emprendió una estrategia para que los ciudadanos leyeran más, comprendieran los textos. Es decir, que se educaran y que fueran mejores ciudadanos. El proyecto le fue de maravilla. Era alentador. Las cifras le favorecían y los datos le llenaban de orgullo. Por ese entusiasmo decidió ir a la reelección. Hizo una campaña mostrando los resultados del antes y después de su gestión y el pueblo estaba mejor educado. Los ciudadanos comprendían mejor no sólo lo que leían sino la realidad donde vivían y el contexto donde se desarrollaban. Qué bonita experiencia. Llegado el momento de la votación el pueblo no le dio los votos suficientes para mantenerse en el cargo. Perdió las elecciones y con ello se perdió el proyecto y años después esa jurisdicción regresó a la normalidad: se leía menos y se comprendía peor. Preguntado sobre qué había sucedido esa autoridad resumió su experiencia en una frase inolvidable y que me viene a la mente cada instante desde que la escuché.

Lean lo que me dijo: Ingresé al Municipio con el ánimo de educar al pueblo y emprendimos un proyecto integral que dio resultados increíbles. El pueblo estaba mejor educado. Y como estaba mejor educado ya no votó por mi. Por eso es mejor no educar al pueblo y así se explica porqué las autoridades no toman en cuenta seriamente el nivel educativo. Y así se explica la realidad y futuro de nuestro país y nuestra región. Es mejor mantener en la ignorancia a quienes se encargan de elegir porque así es más fácil manipularlos. Tanto así que un columnista limeño no llama electorado sino electorado.

 

1 COMENTARIO

  1. Electarado,electarado,amigo periodista, se que la Laptop o el iPad nos juegan una mala pasada.Lamentable que Ud.decida quedarse porque no lo sabemos que una persona escoja vivir en una ciudad con huecos,con calles malolientes,con contaminación sonora,con una TV.totalmente mercantilizada y lo peor con conductores totalmente idiotizados por la angurria y el ansia de poder de su patrocinador mayor el que pretende re,re,reeligirse en el gobierno regional desde donde se tendría que dirigir el nuevo sistema educativo y que nos saque definitivamente de de esto de no comprender lo que se lee y no saber sacar la raíz cuadrada del zapote.El cuento que nos cuenta del alcalde distrital de Lima esta muy cerca, pues aquí en Loreto pasa igual sin ir muy lejos que en materia educativa estamos patas arriba o boca abajo pues, de esto se aprovecharan los que actualmente nos gobiernan en la region. Quedese y ayudemos a combatir esta lacra que esta varios años enquistado en en el poder regional,le suplicamos que se quede por favor.

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