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En nuestro país las coincidencias se presentan casi de manera casi rutinaria. Es como si fuésemos un país donde los hechos fortuitos fueran la constante, como si de eso dependiera nuestra forma de vida, una forma de relacionarnos y como si de eso dependiera nuestra existencia. Por ejemplo, que tal coincidencia qué, justo cuando se iba a realizar la cumbre de Apec, un terrible incendio suceda en Larcomar, el centro Comercial más exclusivo del país, donde seguramente todas las medidas de seguridad son monitoreadas, suceda con cuatro muertos pobres a cuestas.

Qué coincidencia que, una vez más cuando se habla de lo caro del combustible, de las ingentes cantidades de subsidio que estamos pagando para poder construir la Refinería de Talara, se haya producido un nuevo “atentado” al oleoducto Nor Peruano, cómo así lo ha anunciado Petroperu.

Un hecho que, de ser cierto, estaría constituyéndose en un verdadero acto de terrorismo, pero que sin embargo tiene cierto asidero por las condiciones y antigüedad del Oleoducto, pero igual, qué coincidencia! Y otra que es igual de terrible, pero que en realidad no llama la atención de nadie, porque así es nuestro país. Un país no sólo de coincidencias sino de indiferencia.

El estado le siga comprando, como si nada hubiera pasado a las empresas que concertan los precios para venderle insumos a los hospitales más pobres del país. Mediante juicios que, oh coincidencia, demoran largos años en terminarse, mientras tanto millones y millones de sobre ganancias mediante carteles generan fortunas. Lo mismo en la designación de integrantes del directorio del banco Central de Reserva a gente no sólo incapaz sino vinculada con monopolios comerciales mercantilistas que hacen negocios que subsidiamos todos y que obviamente no quieren dejar la teta estatal. Esta coincidencia de gobierno y de tener a los empresarios en las decisiones de gobierno va terminar por desacreditar a todos.

Porque antes existía el rechazo a la mediocridad del gobierno nacionalista, la vendetta política del aprismo, la dejadez y desorden de Toledo y se reclamaba a gritos órganos, gente y decisiones técnicas. Bueno pues, con este gobierno están los supuestos especialistas y técnicos empresarios en las riendas. ¿Qué sucede si no hay diferencia? ¿Si es lo mismo de siempre? Si la coincidencia de ser una frustración permanente sea lo único real y práctico que tenemos.

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