Cuando el “flaco” Fernando Meléndez apareció en el escenario político de la región, era sumamente delgado, con una sonrisa circense y cabello desaliñado. Pregonaba una política de corazón (repartiendo besos a diestra y siniestra). Hablaba de un cambio de rumbo, de luchar contra la corrupción y articular esfuerzos con los demás gobiernos locales. En su mente, no podía concebir la corrupción que se había gestado en el gobierno de Yván Vásquez, porque era algo “atroz”, vil e inconcebible. No, señor. Meléndez iba a “acabar” con las licitaciones fraudulentas y con los malos funcionarios que solo siguen órdenes de su “jefe”. Su gobierno iba a ser el más transparente, priorizando la inversión en salud y educación. En su gobierno no se iban a presentar muertes por falta de atención médica en las zonas más alejadas, ni mucho menos se iban a hacer “lobbies” a favor de empresas como Petroperú u otros. No, señor. Eso era algo inconcebible para el flaco. La salud iba a ser su prioridad, y el dinero de emergencia sanitaria asignado por el gobierno central para combatir el dengue, la malaria y el zika, se iba a utilizar en eso, en prevención. En su mente, no concebía que el dinero se use en contratar servicios fantasmas ni en pagar a periodistas para defender su gestión y atacar a sus contendores políticos. No, señor. ¡Jamás! Él no iba a tolerar ni a “blindar” a malos funcionarios que -valiéndose del cargo- utilizaran mal los “escasos” recursos económicos asignados por el gobierno. Por supuesto que no. Él iba a luchar por los intereses de Loreto, aunque eso le signifique no comprar conciencias de dirigentes, periodistas y otros, como lo hacía su antecesor. No, señor. Mucho menos iba a pensar en “apoyar” a su hermano para que sea congresista, poniendo a disposición de la campaña los recursos del gobierno regional. ¡Jamás! Ni siquiera un bombo o una trompeta, menos un deslizador. Eso era una locura. Eso pondría en riesgo su carrera política, y haría que el JEE de Maynas investigue los hechos. Lo que si iba a hacer, era rebajar el gas y construir SENATIS populares, además de promover la titulación de territorios indígenas y cerrar la OPPIP, donde se gestaron los más grandes “robos” que sufrió esta región. Claro que sí. Meléndez iba a “honrar” su palabra con el pueblo. Iba a demostrar que no era un gobernante más del montón. Las fotos de campaña junto a la candidata a Maynas no iban a quedar como un “triste” recuerdo. Él no se iba a “apropiar” de obras de la gestión anterior como suyas. ¡Nunca! Eso sería indigno y desleal. Él iba a inaugurar sus propias obras, sin mucha pompa, sin pagar titulares en el periódico judicial o en canales de televisión. Él iba a hacer las cosas con perfil bajo. Sin llamar a la “prensa independiente” para que lo entreviste. Él no necesitaba prensa, había ganado las elecciones con el apoyo masivo del pueblo, e iba a trabajar por ellos. Por eso llamó a los mejores profesionales para que asuman los cargos gerenciales, a aquellos que no se esconden en las sombras y siempre dan la cara (o la media cara). A aquellos que no tienen debilidad por la bebida y el poder. Claro que sí. Y si de marchas de sacrificio se trata, él estaría adelante, marchando junto a los dirigentes, viajando en lancha, aguantando sol y lluvia, represión policial, indiferencia y muchas cosas más. Él no iba a darse el lujo de viajar en avión. Y en la mesa de concertación, él no iba a quitar protagonismo a los dirigentes del Frente Patriótico. ¡Nunca! Porque los dirigentes son independientes y merecen respeto, y él sabe que ese respeto vale más que MIL palabras. Ni que hablar que adquisiciones sobrevaloradas en las direcciones regionales, eso sería imposible de concebir para el flaco. ¡Ni un sol de más! Han pasado más de 16 meses, y hoy, cuando leo el periódico o miro la televisión, no dejo de ver esa sonrisa circense, amplia y algo fingida, mostrando una “realidad” concebida en la mente de algún maquiavélico asesor.