El caso del señor Brian Fernández que, provisto de filudo machete y de desenfrenada furia, hirió de gravedad a un perro,  marcó época en la jurisprudencia. El atacante, luego de su malsana acción,  fue detenido, juzgado y sentenciado a años de prisión tal y como manda la ley de protección al animal. De esa manera la sociedad en su conjunto tuvo como ejemplo al primer individuo que sufrió condena por maltratar a un pobre perro. A partir de ese momento los animales pasaron a ocupar un lugar diferente al que hasta entonces habían ocupado. No aparecieron los maltratos conocidos como agresiones, golpes y otras manifestaciones violentas. Los animales domésticos eran tratados como si fueran individuos. Pero esos adelantos, al final, fueron contraproducentes.

Porque ahora nadie puede decir nada a un animal que ladra a la vez que muerde. Si un parroquiano es embestido por un perro bravo no puede aplicarle ningún golpe, tiene que soportar el ataque. Los animales de Quistococha pueden agredir a los turistas que visitan ese lugar y estos tienen que aguantar los arañazos, las mordidas y otras furias zoológicas. Si por alguna desgracia un gato techero y ambulante araña o muerde a una persona, este no puede defenderse  y tiene que hacerse el loco y dejarse agredir. En caso de respuesta física agresiva de inmediato es puesto a disposición de la justicia. La pena es prisión por muchos años.  En las cárceles hay muchas personas que pelearon con distintos animales

Tanta injusticia para beneficiar a los animales ha generado una serie de reacciones en la población. Hubo manifestaciones, marchas de protestas y hasta toma de locales,  buscando una mayor equidad en la vida social. En otro momento, algunos ciudadanos se enterraron en sus patios, esperando que la ley de defensa animal sea modificada. La situación está tensa y se espera que en los próximos días se auspicie reuniones tendientes a mejorar la ley que agravia a los seres humanos.