Zancadilla contra el entrenador

El peruano no solo gusta del fútbol sino practica, con más pasión, con más entrega,  un deporte radical. Es el nada reposado ni pacífico maleteo o zancadilla. Ello es la mejor forma o modalidad de buscar la propia nivelación, serruchando el piso, desplegando insidias, invirtiendo el tiempo en bajas maniobras, para traer abajo al que está un poco más arriba que los demás, un poco más alto que los otros. Los revocadores, por una parte, son la expresión de ese deporte que desafortunadamente no tiene su mundial, porque allá si iríamos cada año sin burgas entornillados o magos de tómbola. En Iquitos el maleteo anda más suelto que nunca, pero no en el mundo burocrático, político, farandulero, sino en el movido universo de la pelota.

Sucede que el señor Ricardo Solignac Ruiz, entrenador del sorprendente Alianza Cristiana tiene que ser vacado, removido,  revocado. Así piensan unos periodistas de otro lote, también se consideran entrenadores, antes de todo, antes del fin de la campaña del equipo de los magos de Andoas. Es decir, esos ciudadanos no soportan para nada el acierto ajeno, la destreza ajena. No el triunfo, porque falta todavía bastante para ello. Pero ya no quieren ver ni en pintura a un hombre desconocido hasta hace poco que ha puesto de vuelta y media a la afición loretana al ensamblar un equipo que nos permite soñar despiertos por algún tiempo. Y ese hombre tiene que dejar el equipo, tiene que irse a su casa. Ahora mismo. Así lo han decretado sus enemigos gratuitos.

En el Perú hay que ser absolutamente mediocre para no tener enemigos, dijo el Amauta. El entrenador de Alianza Cristiana no lo es y tiene en su contra a unos extraños seres que ni siquiera han dirigido al equipo de sus barrios, al equipo de fútbol playa, al equipo del otro lado. Qué sociedad más  traumática habitamos, verdad, donde no se puede soportar el menor logro ajeno.