Por: Juan José Plasencia Vásquez.
Consejero en el Servicio Diplomático de la República
El 21 de febrero de 1991 falleció el insigne conservacionista peruano Felipe Benavides Barreda, quien fuera un connotado amante de la naturaleza y que dedicó gran parte de su vida al cuidado y la preservación de los camélidos sudamericanos, en especial de la vicuña, así como a la creación de grandes reservas naturales en el Perú, como la de Paracas, el Manú y Pampas Galeras.
Dado que en el mundo no hay casualidades, Felipe Benavides Barreda fue también un distinguido miembro del Servicio Diplomático peruano. En ese contexto, hace 25 años, nuestra promoción colegial quedó íntimamente vinculada a la memoria y reconocimiento de este luchador incansable en defensa de las riquezas naturales del Perú. Su nombre fue el que asumió nuestra promoción al egresar del Colegio San Agustín de Iquitos, al haber culminado 11 años de estudios escolares (1981-1991) y que con orgullo llevamos hasta el día de hoy. En aquellos días, a raíz del debate propio sobre el nombre de la promoción, el R.P. Maurilio sentenció con autoridad: “No importa el nombre que lleven, ustedes al egresar siempre serán la Promoción XXXV”.
Hoy, han transcurrido ya 25 años desde que por última vez atravesamos la puerta de la calle Moore, vistiendo el uniforme escolar (pantalón gris y camisa blanca), con la insignia agustiniana en el pecho. Al despedirnos de los amigos, poco imaginábamos en aquel entonces el destino que cada uno de nosotros tomaría, ya sea permaneciendo en Iquitos, viajando a la capital o a algún otro lugar del Perú o el extranjero.
Sin ser el más antiguo de la promoción (me sume en el segundo año de primaria), compartir por casi 10 años con un grupo de niños primero, adolescentes y jóvenes después, forjó en nuestras almas agustinas un sentido fraterno y sincero de amistad, que ha permanecido a través de los años, y que se ha acentuado y solidificado gracias a las tecnologías de la comunicación modernas que nos han permitido retomar el contacto con los compañeros de la Promoción XXXV y que, a finales de este año 2016, nos reuniremos en las aulas de nuestro querido colegio para conmemorar nuestras Bodas de Plata.
El devenir colegial me recuerda a aquellos maestros y profesores que marcaron con la particular sensibilidad de sus personalidades, la formación de aquellos ansiosos niños-adolescentes. Me viene a la mente la confianza y tranquilidad con la que la profesora Hilda Sandoval nos transmitía las clases de lenguaje en la primaria, o el entusiasmo y la efusividad con que el maestro Oswaldo Soto, nos relataba los acontecimientos de la Revolución Francesa en secundaria. El Negro Sánchez y Jota Jota Vásquez en las clases de Educación Física en la tarde, o los ponderados por unos y denostados por otros, padres agustinos, que formaron parte de estos años de nuestras vidas, Maurilio, Eugenio, Silvino y Rodríguez de Lucas. Este recuento no podía estar completo sin mencionar a “Gamboa” (Fernando Pérez), inflexible jefe de disciplina perennizado con aquel nombre en la memoria de todos los compañeros.
La impronta de mi carrera me ha llevado muchas veces lejos de Iquitos, de nuestra tierra, pero, he podido volver con regularidad a visitar a la familia, a la gente, a los amigos de la infancia y juventud. Cada una de las veces que he vuelto a Iquitos los amigos de la promoción me han recibido y acogido como si la despedida sólo hubiera sido ayer, con afecto, abrazos y risas, y por supuesto, libando la infaltable cerveza helada con acompasados brindis y bromas colegiales, que hacen que se manifiesten en hombres duros y cuarentones la inocencia y candidez de las bromas de la infancia.
Durante estos años, me produjo particular satisfacción observar como ante algún incidente de salud que atravesaba algún compañero de la promoción, se iniciaba una rápida coordinación entre todos los miembros para apoyar en la medida de las posibilidades al amigo en problemas. Asimismo, la solidaridad con los que menos tienen, han sido actos dignos de mencionar, pero que se deben conservar en el anonimato, puesto que estas obras son mejor valoradas en el calor de nosotros mismos y no en la falsa publicidad.
Lucky, Beto, Rogger, Manuel, Juanin, Lalo, Karin, Cesar (Repollo), Walter (Wacho), Lucho, los Carlos (D y Ch), Mario, y un sinnúmero de nombres de amigos agustinos, hermanos de promoción, que la extensión de este modesto relato no me permite abarcar, pero que quedan plasmados en la amistad sincera profesada y en la placa conmemorativa que hasta el día de hoy adorna los muros del Colegio San Agustín de Iquitos. Con ellos compartimos un sinnúmero de anécdotas, como las batallas entre los bandos en primaria, o la del billar en la secundaria (muchos esbozarán una sonrisa), irreflexivas palomilladas de adolescentes presurosos por lanzarse a la vida de adultos.
Ingenieros, médicos, maestros, empresarios, distintas han sido las profesiones que han abrazado los compañeros de la promoción XXXV del Colegio San Agustín. Este año, muchos de aquellos niños, adolescentes y jóvenes que alguna vez compartimos un aula del Colegio San Agustín, cruzando todos los días con alegría la puerta de la calle Moore, nos reuniremos para brindar por nuestras Bodas de Plata. Este brindis no marcará un final, sino sólo el comienzo de una nueva etapa de amistad, compañerismo y fraternidad agustiniana. ¡ADELANTE JUVENTUD!.