¿Qué pasó con la escritura en la floresta después de la barbarie cauchera en el Putumayo?, ¿Hubo siquiera unos minutos de silencio? El silencio no es una virtud del bosque donde todo se mueve y hace ruido. En la floresta nos hemos acostumbrado a la muerte, desgraciadamente. Ayer fueron los crímenes del Putumayo y alrededores, y hoy son las muertes de los defensores y las defensoras del bosque ¿hemos normalizado las muertes? Esta información del entorno no ha sido metabolizada debidamente en la creación, no logró permear ¿Las muertes de indígenas en el Putumayo influyeron de alguna manera en la escritura de la Amazonía o fuera de ella? Son preguntas que me llueven desde mi ventana que da a la calle Granada en Madrid y guardando la distancia de casi diez mil kilómetros con la manigua. Es un día gris, de poco sol y las preguntas me persiguen. Siguiendo la retahíla de inquietudes sobre el escenario post- cauchero ¿Hubo una pausa, reflexión creativa después de estas muertes?, ¿se replantearon la estética y la ética con relación al bosque y sus habitantes después de esos crímenes?, ¿todo volvió a ser lo mismo? Una parte de la escritura se quedó con la idea de que hay que repujar los tunchis y los hechiceros ¿era una propuesta válida? Estas ideas no se refieren a aquellos creadores que se dieron cuenta de lo que pasó y con sus obras trataron y tratan de lidiar contra esos lugares comunes que asolan las aldeas; trataban, y tratan, de espantar esos males que se han apoltronado en estos territorios. Más bien toca a aquellos que abordan los socorridos temas de la floresta con el ánimo repetitivo de esas historias que se quedan a un nivel costumbrista y que tiene como resultado una cacofonía de esperpento. Después del descepe del bosque en el Putumayo ¿Acaso se ha postulado una nueva ética que englobe habitantes y floresta? Todo parece indicar que no. Luego vino la explotación petrolera que volvió a poner patas arriba al bosque y seguimos sin aprender las lecciones ¿Adónde vamos en esta inmensa patria de aguas?