Hay quienes sostienen sólo una valoración legal del porque el proyecto de Ley de Unión Civil debió ser aprobada en la comisión de Constitución y proceder a su posterior votación en pleno y tal vez promulgada por el presidente de la república. Suponen, los que enarbolan esta posición que, apelando al recorte de derechos que tienen las parejas del mismo sexo, la batalla se ganará constitucionalmente. Es un camino, pero tal vez el más intenso es hacer entender a una gran mayoría (casi el 70%) que la Unión Civil es la reivindicación de los derechos básicos, sólo que aplicados a una minoría.
Es en ese sentido que la apuesta debe ser por el de proteger al indefenso y sensibilizar sobre el tema. Porque, por más derechos civiles generales que ya tienen estos grupos, como es el planteamiento de quienes están en contra, el estado debe legislar en función del bien de las minorías cuando están desprotegidas. Un mismo valor que debe primar en el derecho, pero sobre en el entendimiento social, algo de lo que pasa con los nativos de comunidades amazónicas. Una unión social, para luego ser civil.
Viendo la votación en comisión no creo que haya primado un entendimiento en esos términos de los que votaron en contra. Hay varios abogados “reconocidos” entre ellos y hasta un candidato a presidente como es Juan Carlos Eguren. Primó lo electoral, se amparan en ese inmenso 70% que cree aún que la Unión Civil es darle carta abierta a la comunidad LGTB para que promuevan un desbande orgásmico y la ”familia peruana” se vea afectada. Cómo si las familias se empezarían a desunir si el proyecto se hubiera aprobado.
Si finalmente se aprobaba en el Congreso creo que desde el ejecutivo habría una resistencia para su promulgación apelando a esa masa electoral que aún no entiende el espíritu de esta norma. Por eso, el trabajo más intenso es el sentido didáctico educativo a nivel de masas. Reflexionar y tratar de hacer entender que ciertos derechos no son íntegros en ciertas minorías y por eso hay que arrancarlos ante aquellos que opinan en base a criterios moralistas, subjetivos y muchas veces cavernarios.
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