Una pena, maestro Roth
Por Miguel DONAYRE PINEDO
Uno de mis días más tristes fue cuando mi abuela Natividad se fue de este mundo, sí en Barranco y con el aroma del mar y de las algas. Sí, me privó de su experiencia, de su sabiduría, de sus historias. No hay día que no me arrepienta y reproché que debí pasar más tiempo con ella. Fue como si me arrebataran una biblioteca sin misericordia sabiendo que me faltaban libros por leer. Me quedé como un marinero sin nave, en tierra y despotricando de la brevedad de la vida. Esta intra- historia es muy similar al anuncio público del escritor norteamericano Philip Roth que dejará de escribir. Ha sido una mala noticia como la de mi abuela. Me deleitaba cuando narraba la vida de los judíos, presuponemos asquenazí, en los Estados Unidos. El era de Newark, contaba la vida y malandanzas de los judíos en Norteamérica. Su palabra y metáforas cuando relataba eran de un cuchillo filudo que cortaba finamente el cerebro. No hacía concesiones. Su modo directo y sin falsos meriñaques me complacía al leerlo. No era políticamente correcto muchas veces y esa actitud molestaba a los cínicos. Pero no es el propósito de esta crónica hacer un ditirambo a Roth que no lo necesita, su obra vale por sí sola, pero quería centrarme en su decisión de no escribir ¿habrá sido una decisión difícil? ¿Qué le ha llevado a eso? ¿Se ha secado de imaginación? Escribir es vivir en una perpetua inestabilidad, “es un equilibrio inestable”, el mundo de las palabras que se construyen hoy al día siguiente pueden ser corregidas, derrumbadas y otra vez a empezar como el mito de Sísifo, a construir piedra sobre piedra ¿esos lances le han fatigado? Para una persona como él que ha escrito muchas novelas debió haber sido una decisión dolorosa o quizás, jugando al abogado del diablo, ¿fue una decisión liberadora? Me parece que así como escribió con honestidad esta decisión está ungida de ese mismo ungüento. Una pena, Maestro Roth. Te extrañaremos.