La interpretación de la realidad humana y del mundo ha tenido su mejor aterrizada cuando se partió de las imágenes, ya que desde Platón la negación de este medio de interpretar ha buscado dejar a un lado con la interpretación de imágenes, pero que a la larga de los siglos este hecho ha sido muy bien aceptado para interpretar mejor los hechos modernos y post- moderno. Y es que el mundo no podía interpretarse más en formas de imágenes, ya que desde la aparición de la fotografía los defensores del razonamiento en forma de imágenes habían desertado y esto no acarreó masas de creyentes que pensaban que el mundo no se podía ver mejor a través de fotos.
En 1843, en “La esencia del cristianismo”, Feuerbach señala que “nuestra era” “prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser” y que una sociedad llega a ser realmente moderna cuando una de sus actividades es producir y consumir imágenes, cuando las imágenes ejercen poderes extraordinarios en la determinación de lo que exigimos a la realidad y son en sí mismas ansiados sustitutos de las experiencias de primera mano, se hacen indispensables para la salud de la economía, la estabilidad de la política y la búsqueda de la felicidad privada.
Y es que una imagen fotográfica no es solo una representación artística, como la pintura, es un vestigio, un rastro de la realidad como una huella que impregna un pedazo del tiempo para que perdure en el futuro, es la única forma de detener el tiempo para a partir de ello juzgar un hecho y tomar decisiones respecto a un futuro. Y es que en esta defensa de lo real, la inquietudes de aceptar a la fotografía como una vertiente de lo verdadero ha generado mucha controversia y hasta ha sido, moralmente, manipulada no desde el ámbito de la imagen, sino que la realidad, antes de ser capturada por el aparato fotográfico, es manipulada con la intención que el aparato fotográfico capture una realidad falsa, con un fondo engañoso no a los sentido, sino a la conciencia. De esta manera la fotografía pasa a formar parte del sistema informante, un medio potencial y de control de una verdad. Ella, la fotografía, deja der vista como una imagen mágica y artística cuando esta cumple su rol de gravar un dato que se convierte en información, sin desvalorar su gusto personal y sentimental, muy íntimo muchas veces para las personas, su multidiversidad pasa por muchos sentimientos, pero a lo que más ha generado aporte es a la red de información. Y es que un hecho informante, descrito verbalmente con una gramática verdadera, fijada en un hecho que se detiene con las palabras, la fotografía se convierte para ella un soporte muy indispensable que recrea con imagen lo que se dice con palabras. La imagen se convierte en palabras y las palabras en imágenes que informan un pedazo del tiempo detenido.
Y es que deteniéndonos en un pedazo del tiempo amazónico, Benjamín Saldaña Roca, aquel periodista comprometido con la verdad, en el año de 1907, había hecho pública una denuncia la cual lo tituló: “Que de los crímenes perpetrados en el Putumayo por la casa J. C. Arana y Hos.”, denuncia que trajo luego imágenes de indios vejados, huesos calcinados, todo sucedido en el Putumayo.
La denuncia había dado su recorrido por el mundo y como no podía de ser de otra, Julio C. Arana trató de desmentir con la edición de varias fotos manipuladas. Actitud de una persona que entendía muy bien el concepto informante de la verdad mediante la fotografía y que se sabía que aquella pieza no podía ser manipulado de otra forma, no se le podía meter la mano como a una pintura, que como pieza sensible de información nada se podía hacer con ella, sino que en la captura de la realidad, la verdad debería ser trastocada, engañosa y manipulada. La fotografía ya era considerada como un medio informante que se valía la justicia para tomar su juicio y determinar su veredicto. Arana entendía del poder fulminante de una fotografía y que no encontró mejor manera de alterar la realidad, una realidad que no se ajustaba con las declaraciones que Benjamín Saldaña había hecho público, siendo considerado por Arana como una mosca en la leche, en aquella leche del poder donde Benjamín Saldaña, como una mosca incómoda para Arana, demostraba a la justicia y al mundo las dos formas de un suceso verdadero y que esto condenaba más que la verdad manipulada de unas fotos que Arana había mandado a preparar y que el mundo no se lo había creído.
Escrito por: Gerald Rodríguez. N