ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel
Desde los primeros meses de 1921 los iquiteños estaban abrumados por la crisis económica. Ya las bondades del caucho estaban en descenso. Aquel año fue de una crisis de la que se hablaba constantemente y en los últimos meses se produjo el levantamiento del capitán Guillermo Cervantes que algunos llaman “revolución”. En el mes de junio de aquel año se realizaron las elecciones parlamentarias. En el diario “El Oriente” en los primeros días de la segunda quincena de ese sexto mes se publicaba muchas líneas panegíricas hacia Julio César Arana del Aguila, quien después se convertiría en senador por Loreto. En noviembre de ese año una nota suelta en el diario “La prensa” da cuenta de su juramentación como Senador. Ése no fue el único cargo político que tuvo, aunque sí el de elección popular. Ya en 1902 había asumido la Alcaldía de Maynas, muchos años antes de 1907 cuando el periodista Benjamín Saldaña Roca denunciara las atrocidades que se cometía contra los indígenas. En ese lapso fue presidente de la Cámara de Comercio de Loreto y como Senador fue uno de los siete parlamentarios que se opuso al Tratado Salomón Lozano aprobado en el Congreso en diciembre del 1923. Por eso varios lo denominaban como “un patriota”, título exagerado para quien había implementado un sistema inhumano para generar su propia riqueza.
En el diario “El Oriente” por esos años de la segunda década del siglo pasado diariamente aparecía una columna a manera de poema de quien firmaba como “Cocoliche” y era el autor de “Cocolichadas”. No he podido dar con la identificación de tal escritor. Pero publicó un escrito de “homenaje” a Julio César Arana que transcribo porque fue difundida días después de su elección y de pronunciamientos donde centenares de personas influyentes destacaban “su trabajo” en beneficio de Loreto. Esas cocolichadas demuestran la forma en que se alababa al principal acusado de “los crímenes de El Putumayo” y abona en darle ese aire controversial que marcó su existencia. Otros personajes, loretanos y nacionales, merecieron similares elogios a lo largo de la historia, así que los panegíricos contempóraneos no se crea que son una novedad. Esto escribía Cocoliche.
Cocolichadas
La elección de senador
Ya se efectuó en concreto
la elección de Senador;
de Senador, sí, Señor,
de Senador por Loreto.
La elección y la jarana
ya comenzó desde ayer;
los ví votar y beber
en honor de Julio Arana.
¡Y con qué gusto votaban¡
y cómo se divertían¡
¡como hidrópicos bebían,
al par que vociferaban¡
No hay duda que el demonismo
del blanco licor peruano,
despierta en el ciudadano
sus instintos de civismo.
Esto, si de rato en rato
se le ceba, a la manera
de una lámpara cualquiera
en nombre de un candidato.
Tal fue la escena de ayer
y la de hoy, que la acredito;
porque ha sobrado apetito,
pero faltó que beber.
No obstante que los glotones
dieron sueltas a sus amarras
en contra las butifarras
y al “shushupi” en garrafones.
Con todo hay que convenir
que si los dejan chupar,
no tienen cuando acabar
si es cuestión de repetir.
Y hay muchísimas personas
que al beber solemnemente
sea chicha o agua díctate
no les basta un Amazonas.
Ya han tenido para rato
con los dos días de hartanza;
hoy se impone la templanza
en honor del candidato.
Desde ayer por la mañana
no se escuchaba otro grito
que la voz del apetito:
“¡viva don Julio C. Arana!”
Y don Julio, el señalado
como Padre Redentor,
salió electo senador
oleado y sacramentado.
Menos mal; es buen peruano,
es ciudadano a conciencia;
tiene sobrada experiencia
y además… es loretano!
¡Y que diga lo que diga,
al que no bien le cuadró!
porque “al que Dios se la dió
San Pedro se la bendiga”.
El proceso de elección
terminó sin novedad;
fueron votos de verdad
y legal la votación.
Casi dos mil electores
concurrieron a votar;
y han logrado hacer triunfar
“al Amor de sus amores”.
Solo en la línea de hierro
se registró un incidente:
que a las cuatro, o cercamente,
el tren arrollaba un perro.
Como éste es un hecho cierto,
asegurar podré yo
que la elección terminó
siempre con “un perro muerto”.
Aquí es digno de notar
que el electo Senador,
no tuvo competidor
en esta elección impar.
Veremos, pues, si al final,
de cuanto se ha realizado
se obtiene igual resultado
del hecho, en la Capital.
Porque no me ha de extrañar
ver sobradas credenciales
con resultados iguales
al de esta elección impar.
Y entón, si surge la intriga,
ya podría exclamar yo:
¡dientre! ¡”a quien Dios se la dió
San Pedro se la bendiga!”
COCOLICHE