El selfi o selfie está inundando nuestras vidas hasta el ridículo. Es la metáfora de las personas sin atributos de la sociedad contemporánea que ilustró Robert Musil. Aquellos que se miran a sí mismos como diría Z. Bauman en el “Amor líquido”. Dios ha muerto y emerge ese semidiós de la escena contemporánea, la persona que adolece la patología del individualismo. Donde prima su interés egoísta en desmedro de los demás. Uno de esos seres sin atributos fue el protagonizado por el ministro del Ambiente en Perú. La escena es de risa. De una broma flatulenta. De cine noir. Mientras el Presidente de la República (desgraciadamente, el presidente de la gran desilusión) hablaba a los medios de comunicación, él ministro mostrando su lado más adolescente y alpinchista, encendió su móvil y hala, no paró de hacerse selfies con sus otros colegas. Su rostro era de un hedonismo puro y duro, como diciendo, lo logré. ¿Es esto serio?, ¿hacia dónde vamos? Ese afán incontenible y compulsivo del individualismo patológico lo hizo un ministro que debería mostrar en estos momentos el mejor ángulo de la ejemplaridad pública, seguro que se sintió dios por unos segundos. Es mi momento de gloria, dijo para sus adentros. En esta misma línea del despropósito está la protagonizada por una chica que se hizo en selfi en el campo de concentración de Auschwitz, no hay respeto a las memorias por las víctimas, el importante soy yo y nada más. Pero estos actos cotidianos son una muestra de lo que está pasando en la sociedad de un lado del planeta azul cuya muestra, infelizmente, son estos desafortunados selfies. Aunque en este grupo pudieran incluirse a los ciclistas que pareciera que ante el mundo sólo existen ellos, se saltan las reglas de tráfico, te atropellas por la acera y encima te reclaman. Vaya mundo que estamos dejando a las generaciones futuras, les legamos este enjalmado de egoísmo individual.

https://notasdenavegacion.wordpress.com/