En estos últimos días el cuestionado currículo educativo, en el que muchos aseguran está implantado la llamada ideología de género, ha generado posiciones de uno y otro lado.
Más allá de quienes aseguran que sí se promueve la ideología de género, o los que sostienen que no, creo que es necesario que seamos o practiquemos la tolerancia y algo más.
Todos, absolutamente todos, en algún momento de nuestras vidas hemos sido intolerantes. Aquel que diga que no, es un intolerante en potencia, incapaz de reconocer este grave problema de personalidad.
Que si yo he sido intolerante, claro que sí, cuando a veces, erradamente, creo tener la última palabra como productor, por ejemplo.
Pero más allá de la ahora mentada ideología de género, de con mis hijos no te metas, de instigar al odio y otros no te metas. Es bueno ver más allá de nuestras propias narices y de reflexionar, y hasta de hacernos preguntas y cuestionarnos a nosotros mismos.
Vivimos en una sociedad en la que los padres ya casi no conversan con sus hijos, con raras excepciones y que creen que para que no los anden molestando es mejor complacerlos en todo.
Vivimos en una ciudad en que la basura nos va a terminar por inundar en nuestras narices y nadie dice nada. Peor, nadie hace algo por solucionar este problema.
Vivimos en una ciudad en que con las justas tenemos un multicine. Los espacios culturales son casi nulos, en la que no contamos con un teatro desde hace largos años.
Vivimos en una ciudad en que las personas con habilidades diferentes no cuentan para casi nadie y son pocos quienes les dan la posibilidad de ser escuchados.
Vivimos en una ciudad y país en que los gobernantes de turno creen que hay que vivirles agradecidos por brindar, por ejemplo, servicios básicos cuando es su obligación. ¿O es que acaso el dinero de las obras públicas salen de sus bolsillos?
Vivimos en una ciudad en la que nos damos la pachotada de decir que Belén es la Venecia loretana, a la que habría de sumar la frase: la más contaminada, a la que un grupo de niños y grupos sociales limpian todos los años y luego vuelve a lo mismo. Seguir contaminada.
Vivimos en una ciudad en el que son pocos los que se atreven a decir las cosas como son.
Phillip Butters fue retirado de una emisora capitalina. ¿Por qué? Porque los anunciantes se comenzaron a ir y se dice que por la presión de las personas en las redes sociales. Y claro el exconductor radial tiene culpa por su intolerancia. Así de claro y sencillo. Y como lo ha dicho Carlos Vela, con quien uno podrá discrepar, en Iquitos hay muchos Phillip que aprovechan sus espacios en los medios de comunicación para calificar a diestra y siniestra. Acaso alguien lanza alguna voz de protesta.
Así como nos quejamos de las empresas de telefonía por el pésimo servicio y nos quejamos de tantas otras cosas en las famosas redes sociales, por qué no promovemos, por ejemplo, una campaña, solo una, porque daría para muchas: no al uso de celulares, de computadoras, con ello el no uso de las redes sociales en Iquitos, mientras no nos brinden un buen servicio de telecomunicaciones. ¿Estaríamos de acuerdo? O mejor dicho ¿nos sumariamos a una protesta de ese tipo en estos tiempos? Dirán que estoy loco y prefiero estarlo, y no vivir en una sociedad cada vez menos tolerante e hipócrita, encima, casi sin solución.
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