Para el viaje de unos días a Perú había seleccionado un par de libros que lo leería en las pausas y treguas. Así entre los escogidos estaba el texto de Werner Herzog, Conquista de lo inútil, una suerte de dietario de su periplo amazónico mientras filmaba la película Fitzcarrald. El diario empieza fechado en junio de 1979, para mi vida personal, ese año y ese mes estaba en el último año de secundaria en el colegio San Agustín y mi interés por leerla era ver como pergeñaba la ciudad en la que vivía entonces, sobre todo vista por un extranjero que podría estar en la antología de viajeros que pasaron por Isola Grande. Me parece que Isla Grande para Herzog era un pueblo grande con personajes pintorescos como el ya finado Huerequeque, que también fue un actor secundario en la película. Muestra una ciudad precaria, a ratos me recordaba a los viajeros de principio de siglo XX que pasaban por el puerto difunto y veían cerdos paseándose por sus calles. Semanas antes había incursionado en el libro de Antonio Pigaffeta sobre su viaje alrededor del mundo donde va describiendo paisajes y personas que va observando a lo largo de su recorrido – la cita a este viajero italiano no es gratuita. Me parece que el mismo asombro a la alteridad que tenía Pigaffeta lo llevaba Herzog cuando visita la selva amazónica. A veces, se tiene la impresión que él pensaba encontrarla vacía y se topa con diferentes actores sociales que no lo dejan tranquilo, amén de su tensa relación con Klaus Kinski, a ratos parece un demonio de egoísmo. Las poblaciones amazónicas en determinados momentos fueron un engorro para la filmación, al mismo tiempo, retrata a ciertos dirigentes indígenas como muy levantiscos con su proyecto y luego pasaban por la oficina a solicitar trabajo. En su diario cuenta Herzog que encaramado en una moto se mete al aeropuerto perseguido por unos policías, es una imagen para una película de Hollywood de un gringo chalado poniendo patas arriba a un pueblo, pero es Isla Grande. Da la impresión que este viajero y cineasta con toda la carga pesada de la mochila personal comprendió poco la selva y sus poblaciones. Mientras tanto yo, andaba en mis guerras civiles personales, ese año terminaba el colegio y tenía que tomar decisiones.

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