Esta es la plaza más grande de la «Isla Bonita», y cabe precisar que en el siglo XIX este terreno era un arenal, que tenía varios ojos de agua donde algunas mujeres de nuestra tierra lavaban su ropa y los «aguateros» abastecían sus galoneras que luego montaban en los lomos de sus mulas para vender en la ciudad; más allá, en la primera cuadra de la calle Grau se ubicaba el primer cementerio de nuestra ciudad; que funcionó hasta finales del siglo XIX y abarcaba parte de la actual plaza y los terrenos que ocupan el colegio San Agustín y Palacio de Justicia. Si, teníamos un cementerio gigantesco, pero en 1894 el alcalde Carlos Mouraille con buen criterio, presenta un documento a la Junta Departamental solicitando la construcción de uno nuevo porque el actual ya se encontraba en medio de la ciudad; como hacen las autoridades pensantes y que le siguen el paso al crecimiento urbano. Al siguiente año, el nuevo alcalde Pedro Márquez sigue con los planes y delega al Inspector de Obras del Concejo, formular un plano del nuevo cementerio. Así de esta manera, se da origen a nuestro Cementerio General (San Miguel Arcángel), que actualmente está ubicado en la AV del Ejército (calle Alfonso Ugarte). Y que con el paso de los años y el crecimiento demográfico nuevamente esta quedando en medio de nuestra ciudad. Tarea para las nuevas autoridades.
No fue, hasta la década del 40’ que el alcalde Marcial Saavedra Pinón, más conocido como “el varón de los grandes bigotes, buenos dientes y brutal apetito” (se ganó este apelativo a pulso, por ser un glotón); que avizorando el crecimiento de nuestra ciudad, decidió construir la Plaza 28 de Julio sobre lo que era este gran arenal. Esta ágora se convirtió pronto en el sitio predilecto de los iquiteños para dar un paseo disfrutando deliciosos aguajes que “las vivanderas” ofrecían en sus bandejas de aluminio ubicadas a un costado de la escalinata que baja hacia la pista que da a la calle San Martín. En las pintorescas bancas de varillas de madera descanzaban los vecinos buscando el aire fresco de la tarde y la noche. Como no, también fue punto obligado para que los enamorados confesaran sus sentimientos, mientras un parlante de la estación local de Radio Nacional del Perú, dejara oír las notas de música clásica. En ella también se construyó una simpática glorieta de mampostería de ladrillo y concreto, con techo de calamina donde se presentaban las bandas de música del Ejército y la Marina; las noches de los martes, constituían un espectáculo aparte.
Cerremos los ojos e imaginémonos que paseamos por los cuatro costados de esta bella plaza en la lejana primera mitad del siglo pasado, vamos paso a paso en este gran cuadrilátero convertido en un arenal; en el año de 1919 sin cementerio, sólo un gran arenal y todo este gran espacio convertido en dos campos de fútbol: desde la calle Aguirre, hasta el Colegio San Agustin, era del Club 2 de Mayo, y desde Grau hasta Moore , campo del José Pardo. Lo restante arenita y pampón. Bueno, con la construcción de la «Plaza 28 de Julio» todo esto cambió; comencemos por la calle Bermúdez segunda cuadra. Recorremos las familias, recuerdo que primero había un chino con cola y el cabello largo, y a continuación la casa del señor Marchand, luego algo interesante, el espacio que ocupó el cine Amazonas que después tomó el nombre de cine “El Loretano», situado donde después hicieran la pollería “Cocoroco”. Primera cuadra de la misma calle, en la esquina, ahí donde está el bar “La Punta del Este” propiedad de Alfonso Chu; el cine “Imperio”, propiedad de la familia Wesh un cine con todas las de la ley, platea, cazuela y un gran proscenio. También la Panadería Central del señor Rafael Martínez y el Centro Educativo No 1628, el Bar El Cisne y el Chifa Oriental en la esquina Bermúdez y Grau. Lo demás, casas de familias conocidas como Márquez, Basagoitia y Rengifo.
Pasamos a la calle Aguirre, primera cuadra, esquina con la calle San Martín (ojo esta calle se llamaba primero Itaya luego Omaguas y ahora San Martín) – Frente a la Plaza 28 de Julio – ahí en la esquina funcionaba un bar nocturno llamado “El Bolívar” donde los loretanos ahogaban sus penas o celebraban alguna victoria. Al costado donde está la puerta abierta, al lado del cártel de «Inca Kola»; la peluquería del «Brashico», un espacio dedicado al corte de cabello masculino, donde te hacían los cortes conocidos como : «Bolancho», Caballito, Boxeador, Panguana, Pâté, etc; aunque si tenias el cabello «Cachacusho» no podía hacer mucho. Y ofrecía a sus clientes el servicio del afeitado con la tradicional navaja. Después continúa la propiedad donde funcionaba el chifa «La Pagoda» de Frank Chang, como no recordarla, era el único sitio en Iquitos donde podías comer después de las 3 de la mañana, un alivio para los juergueros de la época, luego venía el Centro Social Loreto, y el bar El Zambito, competencia del Bolívar. El local del movimiento político de José Silfo Alván del Castillo, VOGA (Voluntad General Amazónica), la gruta del Señor de los Milagros, construida por iniciativa del vecino Waldo Guzmán y su esposa Marilú Olórtegui.
Ubiquémonos ahora en calle San Martín, tercera cuadra; en la esquina estaba el club 2 de Mayo. Ahí mismo se hizo el cine “Gloria”, y sobre sus cenizas el cine “Bolognesi”, propiedad del señor Segura. Eran otros tiempos, no digo que mejores, sólo que eran diferentes. Bastaba que la gente empezara a ingresar para que también empezara a fumar. Los chicles, cigarrillos, caramelos y chupetes se vendían dentro del mismo cine, y otro dato: no te quitaban lo que te comprabas fuera, podías llevar hasta tu ¼ de pollo, a vista y paciencia del respetable público. La iluminación era distinta, mejor dicho no había iluminación: durante la previa a la función, la luz era tenue, pero la oscuridad era total justo antes de la presentación de los comerciales de Inca Kola, Sublime, o Ducal. Este era el momento indicado para aquellos que habían ido al cine sólo bajo el pretexto de estar con la enamorada, lejos de la vista de los curiosos (especialmente de los sachasuegros) para de este modo dar rienda suelta al chape y al toqueteo (suena más elegante que paleteo), importándoles un pepino si en la pantalla de tela se proyectaba Tiburón, Rocky o El exorcista, la película de turno no era con ellos, menos con sus afanes.
Un recuerdo emocionalmente particular llega en la cuarta cuadra, misma que albergaba conocidos negocios como el restaurant La Peruanita que con el tiempo pasó a ser el Chifa Central, luego Wai Ming y hoy Long Fung, Radio Atlántida en los altos, la jugeria 28 de Julio de Simón Chú, el Bar-Billar «Ven y Verás», de la Familia Flores. Pero por favor sigan imaginando mientras leen, caminamos y entramos a la primera cuadra de la Allen Mariscal Caceres. En esta calle ¿Qué había? Una propiedad erigida sobre un terreno de un poco más de 6 hectáreas donde se ubicaba una casa recreada en un ambiente rústico, luminoso y ventilado, dos pisos construidos totalmente de madera en el interior del lote – donde actualmente se encuentra el «Colegio Rosa de América» – dueño de ese ensueño de casita era un Italiano llamado «Antonio Romano Mamoni» (mi Abuelo Materno), quien con el dolor de su alma, tuvo que ceder parte su Terreno para dar continuidad a las calles Moore, Bolognesi, Fanning y Ricardo Palma. Ahí radica la razón de que existan 3 quiebres tan peculiares en el cruce de las calles «Moore / Ricardo Palma», “Bolognesi / Brasil” y “Fanning / Brasil”; ya que mi Nono como buen calabrés, era un poco obstinado, solo un poco… y la municipalidad le permitió conservar su humilde casita (en el primer cruce), su casa cava (en el segundo) y la casa vivero (en el tercer cruce referido); y es así como estos tres predios pudieron conservarse en sus ubicaciones originales, hasta la década del 60’ cuando se hizo insostenible mantener un feudo dividido y decidió venderlo con su respectiva lotización. A propósito el nombre de la calle Fanning se debe al marino y héroe de la guerra del pacifico, Don Juan M. Fanning García.
Volviendo a la plaza 28 de Julio, para los que pocos saben; Lo que se ve en el centro; es un obelisco, es el monumento principal que conmemora “el tratado de Paz, Amistad y Límites suscrito en Río de Janeiro” firmado el 29 de enero de 1942, que puso punto final al primer conflicto armado entre Ecuador y Perú sobre las fronteras entre ambos países. Existen algunas divergencias sobre su delineación, para algunos muy alta y para otros que su arte estaría haciendo un pedestal más bajo. Aunque hubo también en un primer momento algunas críticas sobre este obelisco, en el sentido de que el pueblo de Iquitos no podía permitir que en su Plaza destinada a ser la más concurrida ostente un monumento celebrando un tratado de paz con un país que nos insulta constantemente; esto con el pasar de los tiempos se fue olvidando. Pero lo que si persiste, es que la Plaza 28 de Julio, fue y seguirá siendo escenario de gigantescos mítines patriotas y políticos, donde la población saldrá siempre a expresar y exigir sus derechos que los gobiernos tratan de conculcarnos. Y como no, una que otra pareja disfrutando de un paseo y una foto en la glorieta, no tan bonita como antes pero glorieta al fin.