Escribe: José Rodríguez Siguas
El Nobel de Literatura 2016 será recordado como una entrega polémica, pues este año se lo llevó Robert Allen Zimmerman, conocido mundialmente como Bob Dylan (Estados Unidos, 1941).
Dylan (que ha publicado un par de libros, por el que no le darían ni una pizca del Nobel) es conocido sobre todo por ser músico, pero a quien no le niegan que sus letras de sus canciones son joyas poéticas. Sin embargo, sus letras solo tienen un valor inconmensurable cuando son acompañadas por algún instrumento, lo que lo convierte en un juglar o trovador de antaño, comparado o superado solo por Leonard Cohen, al decir de algunos melómanos.
¿Pero en dónde reside la importancia de haberle otorgado este premio? Para responder esta interrogante, estimado lector, no queda más que escuchar sus canciones, por ejemplo “Just Like a Woman”, tema que habla del amor, la decepción; te envuelve lentamente y no te deja escapar. Otra canción importante es “Knockin’ on Heaven’s Door” (en castellano es más o menos “Llamando a las puertas del cielo”), fue el soundtrack del filme “Patt Garret and Billy the Kid”, la versión que más me gusta, llena de ternura, adictiva; sin embargo, es más conocida la versión de los Guns N´ Roses, tema que interpretaba con maestría el buen Igor Panduro, escritor de mi generación que nos abandonó tempranamente. La canción por antonomasia, en la línea de denuncia es “Blowin’ in the Wind” (“Sí, ¿y cuánto tiempo tienen que volar/ las balas de cañón/ antes de que sean prohibidas para siempre?/ La respuesta, amigo mío,/ está soplando en el viento/…”), se convirtió en un himno desde su nacimiento (curiosamente, una canción cristiana utiliza su tonada: “Saber que vendrás, saber que estarás, partiendo a los pobres tu pan”, cuando vayas a misa, ten en cuenta que la música se lo debes a Bob Dylan). Y para cerrar este brevísimo listado está “Like a Rolling Stone” (escuchadlo, amigo, escuchadlo). Hoy con la Internet no hay excusa para no escuchar a Dylan.
Sin embargo, la letra potente, la melodía envolvente de Bob Dylan no es suficiente para algunos que han puesto el grito al cielo por este premio, alguien por ahí ha dicho que fue un año perdido para la literatura. Ciertamente, hubo un consenso en que el Nobel de Literatura debía ganarlo Philip Roth, las encuestas a nivel nacional como internacional señalaban que era la oportunidad que la Academia Sueca le diese a Estados Unidos un Nobel de Literatura después de más de dos décadas (el último Nobel a un estadounidense se concedió en 1993, a la afroamericana Tony Morrison), y Roth representaba esta oportunidad avalada por muchos, muchísimos; por lo menos pueden estar contentos que lo ganó un estadounidense.
¿Y cómo lo vemos desde acá, desde la floresta loretana? Creo que a la gente le da igual, ya que muy pocos leen realmente, ni a los Nobel (salvo MVLl), uno porque es difícil que se consigan los libros, y otro, porque si llegan a Iquitos son muy caros; por ejemplo, llegaron a la única librería de Iquitos un par de libros de Alice Munro y Svetlana Aleksiévich, carísimos. Quizá el Nobel de Literatura tendría más impacto si las bibliotecas públicas incluyeran en sus ficheros autores nuevos y renombrados, lo que incluiría a los Nobel. Pero dirán que a Dylan no es para leerlo. Bueno, es una licencia por este año. Ya el próximo el Nobel de Literatura irá para un “escritor de verdad”, “la respuesta está soplando en el viento”.