Es una mala lección que están aprendiendo algunos políticos, que en realidad no es de ahora, sino viene desde los albores de la política al ver al ministro del interior, Daniel Urresti, cuando actúa impunemente ante la pantalla, los micros y los flashes. Gana adeptos seguramente y la gente cree que lo que hace está bien. Que es ejecutivo, trabajador y resuelve los problemas por encima de todos, e incluso, se burla de sus subalternos.
Carajear a los subalternos es fácil, si es que el presidente te dice que eres eficiente, pero no le hace bien y en realidad le hace mucho daño al prestigio que debe tener un ministro. Por ejemplo cuando llegó a Andahuaylas y espetó contra su general por no haber construido el segundo piso de una comisaría, lo llamo inútil y despertó los aplausos de los subalternos que identifican seguramente en ese lenguaje una reinvindicación a los atropellos que sufren.
Pero, intentando ser práctico en este asunto. Acaso no debió asegurarse si volvía a ese lugar por segunda vez, que se cumpliera lo que ordenó en su primera visita. Acaso no tiene asesores, secretarios, edecanes y franeleros que le informan sobre sus acciones a inaugurar, de tal manera que no llegue a hacer estos papelones. Claro que sí, pero resulta fácil decir groserías para caer bien. Sobre todo si se da pruebas que las balas de su actuación en épocas de terrorismo no le hacen ni cosquillas por el respaldo oficial que obtiene y por esa especie de legitimidad y complacencia que le otorgan las encuestas.
Es un ministro a la altura de los congresistas que intentan censurarlo con las mismas herramientas verbales que utiliza Urresti, lo que hacen finalmente es robustecerlo. Es un Vende humo, se diría en el futbol, porque sabe que la pantalla lo quiere. Pero en el país las vergüenzas se pagan y seguramente hay varios jefes policiales que ya están preparando, en esas mismas dimensiones que a él le gusta, un desagravio mediático mediante un audio, un video que delate tras bambalinas lo bocasuelta o procaz que puede ser. Mientras tanto seguramente nos tendrá ocupados hablando de sus carajos, de sus arengas, de sus viajecitos, de las batidas a las cachinas de todo el Perú y de su apadrinada gestión.
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