Escribe: Percy Vílchez

Entonces, en el terminal fluvial de Iquitos, desembarcó una nutrida y numerosa delegación de viajeros en misión oficial. El recibimiento fue desbordado y apoteósico y contó con el exaltado entusiasmo de partidarios, amigos, familiares, vecinos, simples curiosos o trabajadores ediles. En el extraño acto abundó el vibrante coro y el estruendoso aplauso. La prensa no dejó de tratar de perennizar semejante arribo con sus cámaras, sus reflectores y sus entrevistas al héroe de la impresionante jornada que, por mérito propio, fue el señor alcalde Vladimir Chong. Era todo un acontecimiento en el calendario de festejos oficiales. Pero esa jornada costó un ojo de la cara.


No se sabe cuánto se gastó para trasladar a Leticia a danzarines, maquilladores, peloteros, equipos de publicidad, periodistas rentados, invitados de honor, managers, participantes del corso y otros seres embarcados en esa aventura fronteriza. Tampoco sabemos cuál es el balance de tanto gasto de dinero y tiempo en ese evento festivalero, considerando que la ganancia real fue obtener un anodino concurso de belleza femenina. Una corona de reina se luce como un trofeo en las vitrinas ediles. El resto es dinero arrojado al tacho o al agua. Todo sería un capítulo más del despilfarro del pequeño poder local, del folclorismo mortal de tantas autoridades, del apego a la diversión y al vacilón, si es que el citado burgomaestre no hubiera actuado de manera tan singular.


“Hemos trabajado mañana, tarde y noche para participar en ese evento de confraternidad fronteriza…”, dijo el señor Vladimir Chong al llegar a Iquitos. Increíble tales palabras, por decir lo menos. Resulta que la comuna maynense, la edilidad en pleno, se rompió los lomos y los sesos para hacer un buen papel en aquel festival, dejando de dar solución a los numerosos problemas que crucifican a la ciudad de estos días. Mientras todos se van de parranda, despilfarrando los recursos, no dejan de estallar cada día los declives de la presente gestión.


El día del ruidoso arribo oficial, por ejemplo, vecinos exasperados de la última cuadra de la calle Putumayo protestaban por el impresionante abandono de la plaza Munich. En vez de que la edilidad de Maynas en pleno trabaje mañana, tarde y noche para solucionar ese problema que afecta a una parte de la ciudad, invierte el tiempo y los recursos en ganar un concurso de belleza. ¿No sería otra la ciudad si ese ímpetu, ese impulso, esa entrega, se dirige a reparar los tantos declives de la populosa urbe amazónica? ¿Por qué no podemos reformar las atribuciones del poder en estos desdichados predios?