Ucronías de un futuro anciano
Moisés Panduro Coral
No puedo creer que esto sea cierto. Ayer pernoctamos en Bagua y hoy, en el segundo día de viaje, estoy recorriendo la carretera amazónica rumbo a Iquitos, una vía asfaltada que décadas atrás fue un sueño. Mi nieto, Jorge, va al timón de su auto made in Perú modelo ecológico que ya no usa combustible derivado del petróleo, que lo único que hicieron fue engrosar la frazada de gases de efecto invernadero que tenemos arriba y que contribuyeron al calentamiento global y al cambio climático que felizmente los seres humanos venimos revirtiendo. En el trayecto inicial desde Lima, he podido observar bosques maduros de flora costeña a lo largo de la panamericana norte, en las montañas adyacentes antes áridas y he notado un recubrimiento de nieve en las zonas otrora negras de los glaciares.
Es el mes de mi cumpleaños, y mi nieto, buen chico, hizo coincidir sus vacaciones con este mes especial. Me ofreció dos alternativas: un viaje, vía aérea, desde Lima-Iquitos hasta Panamá y Centroamérica, (¡qué fácil es viajar ahora, viejo!) o, un viaje en auto por la ruta amazónica que une Iquitos con Saramiriza y la costa norte. Naturalmente, yo opté por la segunda. Estoy cumpliendo mi deseo de realizar un tour amazónico completo. La última vez que viajé a Lima lo hice por la ruta fluvial del Marañón-Huallaga que va de Iquitos a Yurimaguas, y me prometí a mí mismo que en la siguiente oportunidad lo haré por la ruta del Ucayali pasando por la escultural Requena y la añorada Contamana rumbo a Pucallpa, la tierra roja. Hablando de Yurimaguas, es de ver el movimiento en este puerto internacional en un momento próspero de la ciudad desde que se convirtió en un centro logístico y transformativo de gran importancia para el desarrollo nacional.
Da gusto viajar ahora por estas rutas fluviales de la amazonía baja. El sistema se ha formalizado y la navegabilidad es segura y agradable. Uno compra su boleto en una agencia de transporte fluvial, de la misma manera que se compra los pasajes aéreos. Las lanchas que son limpias, cómodas, confiables y respetuosas del ambiente, no venden boletos más allá de su capacidad, y salen a la hora programada haciendo escala en los puertos de embarque determinados. Los ríos están señalizados en toda la ruta y no hay riesgo de vararse debido a que la autoridad fluvial cumple un escrupuloso plan de señalización y mantenimiento de las vías. Nada que ver con esa época oscura que duró hasta los primeros años del siglo veintiuno en la que los naufragios eran comunes y la informalidad era el pan de todos los días.
Decía que el auto de Jorge es ecológico. Usa energía eléctrica y cada 400 km debe recargar una batería que tiene la forma y el tamaño de un queso jenarino de diez soles. (¡Ah, el Ucayali, lo respiro desde lejos!). En la ruta amazónica que nace en Bagua, cada cierto trecho, hay un surtidor de energía eléctrica equivalente a los antiguos grifos de la odiosa gasolina. La energía eléctrica en este tramo de la ruta amazónica es abastecida de la central hidroeléctrica de Manseriche que es una de las veinte centrales del legendario proyecto Marañón que un día fue impulsado por un puñado de políticos y técnicos incomprendidos. ¡Y pensar que unos zoquetes se opusieron a estos proyectos en la llamada arteria energética del Perú! pienso recordando la derogatoria de dispositivos que propiciaban proyectos hidroenergéticos hace unos treinta años atrás. En la guantera, mi nieto lleva una batería de repuesto. Uno nunca sabe, me dice. Hombre prevenido, vale por dos, hijo, le contesto. Pronto, llegarán al Perú los autos con combustible de hidrógeno, entonces será una opción más amigable con el ambiente porque podrás recorrer más de dos mil kilómetros sin recargar, me comenta, mientras paga en soles la carga de energía en un surtidor a la salida de Bagua. ¡Es asombroso este salto tecnológico ambiental!
Reemprendemos la marcha y, después de media hora, vamos acercándonos a Saramiriza, un puerto cien por ciento peruano que ha crecido enormemente en los últimos años gracias a su privilegiada ubicación de enlace de la amazonía con la costa peruana. Jorge toca el claxon en señal de saludo a un camión eléctrico en cuya tolva se observa cientos de cajas de botellas reciclables de bebida orgánica. Es la bebida refrescante obtenida del camu camu que Loreto exporta al país y al mundo, con una demanda impresionante, especialmente en los países de la cuenca del Pacífico. Los chinos que son un gigantesco mercado se mueren por esta bebida lo que le está reportando muchas divisas al país y a la región, pero lo más importante es que gran parte de las ganancias se quedan con los productores porque esas cosechas proceden de rodales sembrados y sostenidos alrededor de las cochas.
En Saramiriza almorzamos unos sábalos ahumados que provienen de los sistemas de cochas con manejo comunitario que abundan en el alto Marañón. Al terminar, Jorge ordena unas empanadas de sachapapa que llevan al interior carne picada de paiche sazonada con sachaculantro y ají charapita, una delicia. Todos sabían del potencial vitamínico de este tubérculo amazónico, pero nadie se atrevió a masificar su consumo hasta que apareció una mujer emprendedora mezcla de shipiba y gringo que la hizo. Hoy es nuestra empanada bandera como la hamburguesa es para los norteamericanos. Las empanadas vienen en unas bolsitas degradables fabricadas con hoja de plátano, aquí hace tiempo que le dijimos adiós al plástico.
Salimos de Saramiriza y nuestra próxima parada es Borja donde pernoctaremos. No estamos apurados, no estamos en una comisión de trabajo, ni transportamos carga o pasajeros, estamos en un tour turístico que atravesando gran parte del norte de Loreto nos llevará hasta Iquitos. Hotel Manseriche, que bacán, hay muchísima gente que viene aquí a distraer su vista en el pongo y a practicar pesca deportiva en las aguas lénticas cercanas. Al día siguiente, luego de un desayuno de primera salimos de Borja, pasamos por el puente sobre el río Marañón que está asentada en terreno pétreo, y de allí seguimos por el tramo de la carretera que va paralelo al antiguo oleoducto. En el camino nos cruzamos con muchos camiones, camionetas y autos que la recorren. Los bosques parecen interminables y se siente que ahora en el Perú hay respeto. Los gobiernos tuvieron que poner mano dura, -cárceles y multa efectivas-, con los extractores ilegales y los invasores de tierras para detener cualquier intento de ocupación ilegal y destructiva. Los productos de madera que Loreto exporta son certificados, provienen de bosques manejados y dan cuenta del alto nivel tecnológico de la industria forestal. Las villas agroictioforestales sólo se establecen en espacios expresamente autorizados por la autoridad de ordenamiento territorial de acuerdo a la zonificación ecológica y económica. Las villas implementan sistemas de protección del suelo, de las aguas, de la flora y de la fauna silvestre, y tienen una vista lindísima que dan ganarse de quedarse en ellas.
Cerca de las dos de la tarde llegamos a Nuevo Andoas, el pueblo que creció con el petróleo. Luego de un opíparo almuerzo regional en el restaurante “Mamá Chelita”, proseguimos el viaje para pernoctar en Marsella. Este tramo entre Nuevo Andoas y Marsella, al igual que otros tramos de la carretera amazónica, fue construido y afirmado por las compañías petroleras desde 1970, por eso, en su entorno existen caseríos en donde el gobierno está empeñado en fortalecer capacidades productivas y ambientales de la población para afirmar nuestro sitial de región ambientalmente sostenible. Llegamos a Marsella cerca de las siete de la noche y nos alojamos en uno de los hoteles de la cadena loretana Victoria Regia. La jornada de hoy ha sido agotadora, pero impresionante por las infinitas formas de la naturaleza que se deleitan nuestros ojos a ambos lados de la vía. Si en mi adultez me embelesaba con la vida en la reserva Allpahuayo- Mishana, imagínense lo que siento ahora en mi ancianidad en esta vía que atraviesa la selva.
En el tercer día de viaje, salimos de Marsella a las seis de la mañana, cruzamos el puente sobre el río Tigre y llegamos hasta el sector en que en lugar de seguir hacia el norte, nos enrumbamos levemente hacia el sur. En este tramo de la carretera amazónica nace una variante que continúa de largo cruzando un puente sobre el río Pucacuro aguas arriba y otro sobre el río Curaray con dirección a Cabo Pantoja en un recorrido de 165 km. Le cuento a Jorge que en la guarnición de Cabo Pantoja estuvo mi padre alcanzando el grado de sargento del ejército peruano. Eran los tiempos en que las escaramuzas militares en la frontera con el Ecuador se sucedían continuamente. Si, lo leí, dice mi nieto, es una historia muy buena pero creo que debiste asesorarte por un escritor para darle aires de novela a la biografía de mi bisabuelo. Buena observación, hijo, pero escrito en estilo de novela, pocos dirían que se trata de una historia real, acoto. En el fondo siento una satisfacción porque eso demuestra que Jorge ha leído críticamente la modesta obra sobre la vida de mi padre y que es un muchacho bien preparado con el que se puede hablar de varios temas. ¡Los padres son felices cuando sus hijos los superan!.
De Cabo Pantoja que hoy es una localidad agradable y que en el negocio turístico internacional se marketea como puerta de entrada a la ruta de Orellana, -un bello trayecto que incluye una visita ecoturística a la Reserva Nacional de Gueppí y que pasando Mazán y Francisco de Orellana termina en la desembocadura del río Napo sobre el Amazonas, emulando la aventura del conquistador español-, la variante continúa hasta el punto más septentrional de Loreto donde se encuentra la ciudad de Gueppí, el lugar donde siete valerosos soldados al mando del sargento Lores defendieron con la vida el suelo patrio. En otra época, llegar de Iquitos a Gueppí era toda una odisea, uno tenía que bajar el Amazonas y surcar el Putumayo, casi un mes de viaje, o de lo contrario alquilar una avioneta en un vuelo que tomaba tres horas entre la ida y la vuelta y que costaba carísimo, unos cinco mil soles de esos tiempos, comento. Jorge se sorprende y me dice: ¡qué bárbaro, y a pesar de eso perdieron tiempo en experimentos y en proyectos que jamás se ejecutaron!.
Gueppí tiene ahora conexión con Iquitos y con Saramiriza, con la costa norte y también, por vía fluvial con Santa Mercedes, El Estrecho y Remanso mediante un sistema de transporte eficaz. Éstos eran unos pueblitos pobres y abandonados antes que se diera inicio al proceso de nuclearización de poblaciones, un proyecto ambicioso que reconvirtió radicalmente la relación de Loreto con el resto del país, gestó la competitividad regional desde lo rural y cambió el modelo urbano regional. El Estrecho es el punto de engarce de los pueblos de la frontera peruano-colombiana pues se une, en menos de tres horas, con la metrópoli regional a través de una carretera de 160 km que tardó años en construirse.
Luego de una hora de viaje hacia el sur, llegamos a un pueblo llamado Puerto Panduro en homenaje a un alcalde que impulsó la construcción de la carretera amazónica. Como ha sido nuestra práctica en todo este tiempo, en los momentos que no conversamos o comentamos algo, vamos sintonizando las emisoras de televisión y radio que llegan de todas partes. Para ello, utilizamos nuestro poderosísimo equipamiento biónico, al lado del cual esos aparatitos celulares que salieron al mercado el año que tú nacías son una zapatilla, digo riéndome. Un chancay de a 20 céntimos responde, Jorge, festivo. Tenían el tamaño de un dedo pero igual uno tenía que cargar con ellos, teclear los números y llevártelo a las orejas; compáralo con estos en que sólo hay que pensar el nombre, dar una voz de orden y ya estás enlazado mirando la imagen de tu interlocutor. Sí, se ha avanzado mucho, papá, me dice y seguirá avanzando, el futuro tecnológico es de vértigo.
Estamos en el año 2040 y no se necesita de fibra óptica que sirva de medio de transmisión al internet, ni se requieren de antenas que bajen las señales de radio y televisión, ni de torres enormes que la retransmitan al público usuario. Las señales están allí en el espectro radioeléctrico y el resto del trabajo lo hace el biónico, un chip incorporado al organismo humano debajo de la dermis en la oreja y del labio superior, que identifica tu voz y obedece tus órdenes, te brinda sonidos, imágenes, internet, todo lo que se hacía antes desde esos viejos equipos de celular, un aparato o una cabina pública. El año 2012, google plus había lanzado al mercado su producto project glass, unos anteojos que te permitían chatear, tomar fotos y grabar videos de todo lo que estaba a tu alrededor. La gente se opuso a la masificación de su uso porque consideraban que ello violaba la privacidad de las personas. Hoy conectas esos lentes de uso común a tu biónico y tienes una mezcla de skype, google, internet, televisión HD, radio, grabadora, quemadora. El biónico es parte de tu constitución anatómica- fisiológica; es el chip y tú en un solo cuerpo, en tu cuerpo, una locura tecnológica, tal como se leía en los libros de ciencia ficción de a fines del siglo veinte.
A las diez de la mañana pasamos el puente sobre el río Pucacuro aguas abajo. Estamos yendo a 60 kilómetros por hora, suave nomás, como para llegar a Iquitos a las seis de la tarde. En el camino pasamos por el borde del territorio de comunidades indígenas de la etnia lingüística arabela. Tienen sus territorios debidamente delimitados mediante hitos de concreto y con coordenadas establecidas satelitalmente, son propietarios de sus tierras y han incrementado notablemente su calidad de vida, en principio debido a una modificación en las leyes que permitieron que recibieran directamente rentas del casi extinguido canon petrolero lo que fue eficazmente invertido en identidad, educación y salud intercultural, principalmente, combinándose exitosamente la conservación de su sabiduría de siglos con la farmacia, la tecnología y la cultura de la modernidad.
Cerca de las cuatro de la tarde, salimos a la vieja carretera Iquitos- Nauta. Un día de estos visitaremos Nauta, la ciudad más antigua de Loreto. Por sus calles se ve caminar a cientos de turistas que vienen a conocer el lugar donde nace una de las siete maravillas naturales del mundo, el Amazonas. Hay un lindo puente de concreto con adornos pétreos que cruza la quebrada Zaragoza, parece un puente medieval, que se enlaza a una pista asfaltada de cinco km más o menos que desemboca en una plataforma con playa de estacionamiento y un minipuerto en el que las embarcaciones están listas para trasladar a los visitantes hasta el punto de encuentro entre el Ucayali y el Marañón.
Uno de los atractivos de este lindo lugar es el parque temático en cuya parte posterior se levanta un edificio tipo torre de 32 metros de altura, allí hay habitaciones para disfrutar el paisaje fluvial y boscoso, restaurantes turísticos y tiendas de souvenirs amazónicos. En el segundo piso de la torre hay un salón de conferencias con una pantalla gigante del tamaño de una pared que tiene como fondo el sistema hidrográfico de Loreto y que utiliza la tecnología del google hearth. Digitalizando cualquier punto de la imagen virtual se realizan aproximaciones a cada lugar mostrándonos en vivo y en directo los tributarios, las naciones ancestrales, los pueblos, las vías de navegación. La vez pasada que estuve en Nauta, visité el lugar y visualicé Caballococha en pleno festival del caballito blanco.
En el mismo recodo de salida de la carretera amazónica hay un letrero que dice: “Bienvenidos a Huambé, puerta de entrada a Iquitos”. Huambé es una villa urbana de calles amplias, casas ordenadas, rodeada de árboles y jardines, se parece a una urbanización limeña de La Molina de principios de siglo. Tardó mucho tiempo para que los iquiteños después de sufrir calamitosas inundaciones tomaran conciencia de recrear su ciudad pero bajo un modelo urbano propio que fue propuesto en un artículo por un profesional aprista en el diario “Pro & Contra” que está próximo a cumplir cincuenta años y que es dirigido por Maurilio Vásquez, hijo de un amigo mío, le informo a Jorge. ¡Ah, que bien, y el autor del artículo fue aprista, como yo!, dice Jorge, ¡aprista como nosotros! le corrijo. ¡Quién iba a pensar, cuando visité Huambé en mi adultez era un caserío en donde había pequeñas chacras! ¡Es increíble!.
Pasamos el puente sobre el río Itaya. Mi nieto no muestra signos de cansancio. Es un conversador inagotable, dueño de una vitalidad impresionante, un producto de la nueva educación peruana que empezó en 2016 y que aplica efectivamente la sabia premisa de los romanos: mente sana en cuerpo sano, una educación que empieza en el vientre de la madre, desde el primer día de la fecundación y que nos ha dado estos nuevos chicos peruanos que conforman la variedad índiga de la que hablaban las teorías del siglo veinte. La antigua carretera Iquitos- Nauta constituye ahora la avenida central de Iquitos. A lo largo, hay espacios que nos recuerdan esta carretera: parques con piscinas, bosquecillos, quebradas naturales, cerca de Moralillos la entrada al moderno relleno sanitario que recicla todos los residuos orgánicos de la metrópoli iquiteña, un ejemplo para otras ciudades del mundo que se financió por medio del mecanismo de desarrollo limpio, y a la izquierda, lo más hermoso de la ciudad es la reserva Allpahuayo Mishana que se conserva intacta. ¡Una belleza!.
Pasamos el modernísimo parque de la biodiversidad de Vargas Guerra que antes era un cuartel. En la parte más elevada de este parque está el Centro Mundial del Agua Dulce, el recurso natural del que Iquitos ha sido declarada capital planetaria. Nos alojaremos en mi vieja casa que está en el centro histórico que luce, entre otros atractivos, el circuito de monumentos arquitectónicos de la época del caucho. Dejamos el auto en una cochera y nos enrumbamos a la casa. En la puerta, nos espera feliz mi hija. Ya verás que Iquitos te va a encantar, le digo, estamos en mi territorio. No lo dudo papá, responde respetuoso Jorge. Por la televisión, la CNN desde Houston viene transmitiendo los preparativos de inauguración de la primera colonia lunar. Un año antes, la NASA había conseguido llevar por tercera vez una tripulación humana a Marte. Cambiamos a un canal local, y en éste una guapa narradora, extraordinariamente parecida a mi amiga Nancy en su juventud, anuncia que hoy se inaugura una nueva versión del Festival del Libro Amazónico que año tras año convoca a la intelectualidad nacional y extranjera.
En el festival, que se realiza en el parque de la biodiversidad, me saludo con viejos amigos y presento orgulloso a mi nieto. Revisamos uno de los estantes y detrás del vidrio un libro nos llama la atención: “Memorias ucrónicas de un futuro anciano”. Oh, por Dios, qué título tan sugestivo, papá, dice Jorge, lo llevaré. Voy hojeando el libro mientras mi nieto paga el precio.
– ¿Quién es el autor, papá?
– Un viejo soñador como yo, ya lo leerás.