Quienes vivimos en Iquitos sabemos lo que es disfrutar de una vida al ritmo de la pandilla y la cumbia tropical, rodeado de ríos, de una gastronomía envidiable y por supuesto de la gran diversidad de fauna y flora silvestre, este último garantiza que la Amazonía se consideré como el pulmón del mundo. Pero, el poblador de Iquitos a conocido e interiorizado su precaria identificación de un líder apto para ocupar los cargos públicos locales, pues hemos caído en la agonía institucionalizada de la corrupción que nos a dejado por detrás de otras regiones cuando hablamos de transporte, educación, producción, telecomunicaciones, agua y electricidad, por dar algunos ejemplos. Ello hace preguntarse a uno ¿Quién es el responsable de la existencia de estos problemas o limitaciones a nivel local?
Desde el principio de la presente gestión 2014 – 2018, comenzaba a calentarse una ruptura partidaria por las constantes diferencias programáticas o ideológicas entre las autoridades municipales de la provincia de Maynas y sus distritos, sin olvidar el protagonismo del gobernador regional, miembro de la misma agrupación.
Se percibió una pugna al interior del partido de gobierno (MIL) en la ciudad, por el control político, si se piensa sanamente o de un enriquecimiento y favorecimiento a los negocios personales aprovechando el cargo, si se piensa de manera punzante; motivada por la situación deficiente de la economía regional que muestra una mejora sustancial pero lenta.
El gobernador y cada uno de los alcaldes parecen tener prioridades divergentes entre sí que no permite al ciudadano encontrar razón o resultados en la llamada “política del corazón” para lograr un desarrollo en todos los sectores a favor del bienestar de la población, lo que a generado a lo largo de estos casi cuatro años conflictos gobierno-pueblo, los cuales en ocasiones terminaron por atentar contra la integridad de alguna de las partes.
En los últimos días se ha presenciado la molestia de la población del distrito de Belén en relamo de la acumulación de residuos sólidos que adornan las calles y avenidas principales en dicha jurisdicción, lo que es una muestra clara del levantamiento social en contra de la injusticia (incompetencia) de la autoridad edil, quién parece sentir al cargo asignado “ancho y ajeno”. Este hecho, no es lejano para la realidad del resto de distritos de la ciudad, donde la basura es una muestra turística del ornato público.
Asimismo, sería mezquino no mencionar la deficiente labor para mejorar la seguridad ciudadana, que día a día tiene preocupado al ciudadano de a pie y en especial a los comerciantes. La pobre promoción de la cultura en la provincia deja entrever que nuestras costumbres y tradiciones se están disipando en la memoria de nuestros padres y abuelos, porque los intentos de revivir los momentos de festividad de Iquitos de antaño lucen frustradas.
Por otro lado, tiene importancia aclarar que, en un ambiente o sistema democrático, la participación ciudadana es vital para que el plan de gobierno de una gestión funcione y la población se sienta representada. Mas el “ciudadano” asume su rol como tal solo en tiempo de elecciones como este año, olvidándose para los años posteriores su función aportadora con propuestas o criticas constructivas en la gestión municipal.
En ese sentido, la acumulación visible de basura, continuando con este latente problema como ejemplo, es muestra también de la nula cultura de salubridad o educación ambiental en el poblador, pues ello es producto del consumismo, que aporta a la producción en masa de desechos, afectando el estado de homeostasis en el cuerpo humano y siendo un foco infeccioso.
La existencia de autoridades con sospechas de actos ilícitos o de corrupción también es una debilidad de nosotros como ciudadanos, pues solo el prioritario al momento de otorgar nuestro voto de confianza la popularidad en campaña de uno u otro candidato, mas no sus propuestas para solucionar las necesidades y peripecias existentes teniendo en cuenta el análisis propio retrospectivamente de la realidad económica para poner en marcha sus proyectos. Terminamos aceptando cifras fantasmas de estos candidatos “conocedores” (por su experiencia en campañas políticas) de la cantidad de vehículos existentes en la ciudad sin fijarnos en lo paupérrimo que resulta ese mundo de maravillas que nos pintan en cada año electoral.
A lo mejor -digo, es un decir-, el responsable de nuestra situación parece ser extranjero y nosotros solo somos victimas de las circunstancias y las mentiras, y todo se configura como contexto para el desarrollo de una trama novelesca a los estilos surrealistas de Asturias en “El señor presidente” o de realismo-mágico de Vargas Llosa en “Conversación en la catedral”.