Cuando faltaban pocos días para la celebración de la navidad del 2015, la puerta de la oficina de los consejeros regionales se cerró con estrepito. De pronto, como cierta vez, los funcionarios se quedaron sin su lugar y nadie pudo dar razón de los motivos de esa clausura. Durante unas horas los consejeros deambularon de un lugar a otro, tratando de encontrar una explicación razonable. Luego se marcharon esperando que las cosas se solucionaran de la mejor manera. Pero la puerta continuó cerrada en los días siguientes. Continuó cerrada mientras los consejeros hacían trámites para encontrar la llave. En vano contrataron los servicios de un cerrajero que no pudo abrir nada pues la puerta estaba cruzada por hierros desde adentro. Era una clausura con todas los de la ley y los consejeros tuvieron que sesionar en el pasadizo de las instalaciones del Gorel.
La puerta nunca más se abrió y los consejeros deambularon de un lugar a otro buscando un lugar que les permitiera realizar sus funciones. No encontraron a nadie que se dignara darles un espacio y por ello decidieron utilizar cualquier ámbito público para realizar sus asambleas. Es común ahora, en este año del 2016, ver como los consejeros regionales utilizan descampados, canchas de futbol abandonadas, salas de baile desiertas, espacios abiertos, para cumplir con sus altas funciones. Ello trae conflictos con las personas que también utilizan esos espacios y no es extraño que de pronto estallen batallas campales donde los consejeros llevan la peor parte debido a que no tienen experiencia en peleas callejeras.
La última bronca ocurrió cuando pretendieron ocupar provisionalmente el campo ferial del aeropuerto viejo. Era ya vísperas de la navidad del 2016 y los comerciantes se sintieron amenazados cuando vieron aparecer a los consejeros con sus libros, sus cuadernos y otros implementos para realizar la asamblea correspondiente. No faltó un ciudadano que inició la reyerta. Y los consejeros tuvieron que huir en mancha hasta el día de hoy.