Los coletazos del verano han hecho retrasar el ingreso del aire frío del otoño, se disfruta en la península del sol por unas semanas más, aunque la gente se queja por el demasiado buen clima, seguro que cuando llegue se quejaran del frío y pedirán a gritos al sol. Nunca llueve al gusto de todos. Mientras haya sol a disfrutar. En el peregrinaje a Mansilla del Páramo, León, al cementerio donde descansa mi suegro Antonio es una cita anual con muchas aristas. Ese día era muy fresco, una gozada escuchar el paso del viento a través de las hojas de los árboles que rodea el cementerio, es un susurro ríspido que te despierta. Después de la misa de la una de la tarde hay una romería de la iglesia al camposanto, y en ese ínterin vas encontrándote con los primos y demás familiares que no veías hace un buen tiempo. Como la prima Teresa muy reivindicativa con los derechos de las mujeres y muy sensible al tema de maltrato animal, además de ser muy activa en las redes sociales, Facebook, me comentaba su desazón por ella y andaba revisando esas huellas, espero que no renuncie a su entusiasmo. Con el primo Toño que vive en Guijón, hablar con él es como si no se hubiera roto la conversación después de un año (es hincha culé), hablamos de una posible incursión en el río Sella (es todavía una asignatura pendiente), me contó de las casas de indianos en Ribadesella, Asturias; son unas casas de un diseño arquitectónico muy singular. Sin querer queriendo me iba nutriendo de historias. Y como no, de escuchar la tromba de entusiasmo de Mili, Emiliano Páramo, bulle con ideas y proyectos, siempre piensa en su páramo o León. Y su indignación de la situación de la actual vida política española que está llena de golfos. Claro, sin olvidar la deliciosa sopa de truchas y el exquisito bacalao al ajo arriero en Hospital de Órbigo. Así volvemos con las mochilas llenas.