Escribe: Rubén Meza Santillán
Lo que maliciábamos lamentablemente se confirmó hace unos días, de que los partidos políticos se han convertido en ferias de mala muerte donde se ofertan los puestos al que sea y para que ofrezca cualquier chuchería al electorado.
Han caído en espiral al abismo de la degradación y todo porque la angurria, la codicia y la desesperación de hacer caja a como dé lugar, le han agarrado a patadas a las ideologías consecuentemente a la militancia. Ya ni lo planes de gobierno sirven de barajo para eso de, las coincidencias programáticas. Hoy se pintan de sacrosantos invitados aunque por debajo de la mesa hace ratos soltaron un sobre bastante grueso al ritmo de “sacude el billete”.
Ver a esas caras hartas conocidas que sonríen hipócritamente con sus nuevo color político, pues solo nos provoca náuseas y unas tremendas ganas de mudarnos a un baño para estar muy cerca del wáter.
Ahí están, sin sangre en la cara. Tratando de convencernos que ellos sienten un amor desbordante por Loreto, que lucharan por otro canon, que lo sostenible es el rollo firme, así, entre otras vainas más que seguramente se irán inflando a medida que se acerque el domingo 10 de abril.
Estos hombres y mujeres nos han convencido que del odio al amor hay medio paso, que mis enemigos de antes hoy son mi chocheras, que la izquierda se puede ir a la mierda porque ahora soy de derecha, y si fui capitalista o antiimperialista eso no importa porque lo que cuenta es estar en la lista.
Hoy más que nuca estoy convencido que eso de partidos políticos es porque están partidos hace ratos. No tienen principios y no porque está cerca sus final -ojalá eso fuera cierto-, sino porque sus cupos de candidatos parecen cuartos de burdel, donde solo entra el que paga.
Son como una manada de lobos que nos quieren convencer que son mansas ovejas, con la diferencia que si nos confiamos las trasquiladas no serán ellas sino nosotros, los electores.
Por eso ya estoy mentalizándome, ando con mi agua bendita, estacas de madera, balas de plata y harto azufre. Porque les juro, que yo ni loco me dejo atrapar por esas bestias. Yo si sé que el día de las elecciones no jugaré a la guija con mi cedula de votación.
Yo hare prevalecer mi poder ciudadano. Soy yo el que tienen en su mente y en sus manos la posibilidad de elegir bien. Porque felizmente en medio de todos esos buenos para nada, hay personas que merecen una oportunidad. Menos mal.