Cada vez que ocurre un desastre natural en cualquier lugar del planeta con graves consecuencias para las personas emergen las miserias de los seres humanos. Esta miseria moral se observa con el comportamiento, por lo general, de las personas con nacionalidades de economías pudientes para decirlo de una manera (no es un regla pero sí una conducta mayoritaria). Aquí y acullá (también lo he escuchado en los telediarios y los diarios digitales peruleros) ante un desastre los periodistas se ponen a husmear entre las ruinas y escombros si hay paisanos en esos desastres, les importa un pimiento los sentimientos de la población local que sufre en carne propia esa catástrofe. Hay una total falta de empatía por el género humano. Ellos y ellas están a lo suyo, buscando a sus paisanos y a la noticia que le dé el titular del día. Es lo primero. Apuran a sus gobiernos que manden los aviones al rescate. Y los que están en la zona del desastre rogando que su país les mande un avión o lo que sea para que les saquen de ese miserable país ¿? Aquí aflora el sentimiento más egoísta de esos turistas sin fronteras, los de la cámara fotográfica que disparan sin ton ni son. Los que mandaron mensajes profundamente existenciales por el watsap o colgaron fotos en el Facebook sobre ese adorable país antes del desastre porqué una vez que sucedió lo primero que piensan es en salvarse ellos o ellas, no en organizarse y ayudar a la gente que clama ayuda con urgencia. No. ¿Hacia dónde nos encaminamos? Y los que son rescatados al llegar a su país de origen se ponen a despotricar del país donde estaban de turistas o les sale la vena solidaria y lanzan mensajes para que les llegue la ayuda a la pobre gente que lo está pasando mal, claro desde lejos. Todo un desatino. Pero cada vez esta humanidad se encamina por la patología del individualismo sin sentido y de un radical solipsismo. Y lo que nos falta por ver.

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