Por Marco Antonio Panduro
La mayor preocupación una vez finalizada la FIL 2022 era su continuidad considerando que iniciaba sus funciones una nueva gobernatura en enero de este año. Y porque a los políticos les cuesta sumarse a iniciativas de naturaleza cultural. Y tal como sucedió en su edición anterior, según lo escuchado, quienes dirigen por estos tiempos los destinos de Iquitos y Loreto, como en la anterior, “se subieron al barco” en la silbatina final, cuando este estaba por zarpar.
Lo cierto y real es que, aunque fue postergándose desde una fecha indefinida hacia agosto, de agosto a septiembre, finalmente en la quincena de octubre pudo inaugurarse La Feria del Libro 2023.
Alguien sugirió que se reunieran de inmediato todos los actores involucrados en la organización, los del Gobierno Regional, las otras instituciones, como las municipalidades, la DDCL, el rubro editorial, los actantes privados a cargo de la logística, y por qué no escritores, a fin de hacer un balance, una suerte “feedback” con miras a mejorar diferentes aspectos para su edición del año próximo. Dicho de otra forma, saliendo calientes de la cancha para que no se escaparan detalles a discutirse en una reunión en directo y presencial, que no es lo mismo una vez enfriado el cuerpo.
La primera queja que sonaba casi unánime tanto en libreros y público fue la fecha. Bastaba moverla una semana más tarde considerando el altísimo porcentaje de iquiteños que dependen de un sueldo, principalmente del Estado, quienes hacen cobro de sus salarios del día veinte en adelante. Libreros y vendedores me comentaban que «la gente pregunta, miran los libros y se van con la duda y el deseo de si la feria todavía estará la siguiente semana».
Detalles a afinarse, como, por ejemplo, relación entre la charla, o debate, o conversatorio preparado y un público que corresponda a la temática dada. Andrea Cabel –quien tiene grado de PhD–, llegó directo desde el aeropuerto jalando sus maletas, con el fin de dar una charla en torno a aspectos literarios de Sangama, la novela de Arturo D. Hernández, pero esta ponencia tuvo que ser adecuada a último minuto de acuerdo al público que acababa de abarrotar la sala del Hotel Hilton; docenas de niños de Primaria a quienes les resultaba de poco o nulo interés escuchar un tema dirigido, como es evidente, a público universitario y adulto.
Casi en la misma línea, hubo poca asistencia en horarios de la mañana. Es un aspecto que debería considerarse. Gente interesada no pudo estar presente por razones laborales, como es obvio. De manera que manejar presentaciones de novedades editoriales dirigida a público escolar que fue el más notorio, deberían ser programadas durante las mañanas. Y, en consecuencia, reservar las ponencias para público adulto cumplidos estos sus jornadas laborales. En todo caso es una sugerencia. Ya dependerá de quienes sigan con la responsabilidad en evaluar diferentes variables.
Pero pasadas dos ediciones, surge la necesidad de un centro cultural o de convenciones –llámelo como quiera– que ofrezca salas de conferencias, salas para proyecciones cinematográficas, entre otros espacios donde pueda expresarse la cultura.
Ahora, sobre los stands. Se montó un escenario para presentaciones de bandas, miniteatro y otras escenificaciones. Bien. El único problema, mas sustancial, es que en una feria de libros los consumidores necesitan ojear y hojear carátulas, contraportadas, leer las reseñas o sinopsis, dar una lectura rápida del contenido, a ver si comulgan con estos, si los atrapa la trama, y se los llevan casa. Pero para que suceda esto se necesita de silencio.
Los estelares no estuvieron mal. Fue una ventana para que se presentaran diferentes jóvenes que por regular no tienen alternativas de mostrarse como artistas, pero que estos no interrumpan la sinergia entre el posible lector y la obra a punto de ser adquirida. Programando estos números a las nueve de la noche, por ejemplo, se solucionaría esa fricción entre espectáculo y abstracción.
Me tomo la licencia de citar un post de mi hermano Marco Aurelio porque creo que da en la tecla cuando de conductas colectivas hablamos. Señala Aurelio, con rabia entendida que «hay un tremendo complejo y falta de respeto hacia los ciudadanos comunes. Cuando aparece una autoridad por poco se tiran al piso para ser de alfombras o felpudos, parecieran señores feudales con sus labriegos. Penoso y humillante. Pero también el irrespeto de los funcionarios de Lima, que, ni bien llegan al lugar o escenario, la banda, orquesta o solista, debe parar de tocar, o si no les bajan el volumen, como si un minuto más tarde fuera a cambiar los destinos del Universo. Ese es el problema cuando la gente improvisada o indecentes ocupan un lugar público. Entendemos que tienen muchas ocupaciones, pero al final de cuentas es una persona común y corriente que tiene la suerte o la desdicha de ocupar un cargo público en ese momento. Y eso pasó ayer. Inadmisible». Finalmente agrega, que el “jingle” de la feria que era un canto al GOREL con una cantinela que gracias al Gobierno Regional la gente lee. «Demagogia pura».
Dejado esto, hubo sobriedad de la carga publicitaria en la gigantografía y toda la parafernalia visual. También fue un acierto grabar ciertos versos o frases de autores que recibieron homenaje o que se hicieron merecedores de justos reconocimientos a nivel nacional como es el caso de Roger Rummrill. Quizá un poquito más de tiempo para encontrar epígrafes más contundentes y mejor logrados de los citados literatos.
Pero vayamos al grano, a la parte medular. Dina Ananco estuvo en la Feria junto a Karina Pachecho. Así como Ana Varela quien debió de estar aquí y no estuvo, porque además de su prestigio poético, este año se hizo merecedora con larga justicia del Premio Nacional de Literatura, en 2022, Dina Ananco recibió este mismo reconocimiento junto a Karina Pacheco, antropóloga de procesión que ha hecho tránsito interesante hacia la literatura.
Fui invitado al conversatorio “Literaturas originarias amazónicas” donde también participaría Ananco. Luego de la mención de varios autores, de teóricos y de obras que más o menos se asemejan o se acercan al estudio de la oralidad de los pueblos originarios, Dina Ananco Ahuananchi, de origen wampis y bilingüe perfecta, autora del poemario SANCHUI , a modo de afirmación, dejó un cuestionamiento de una contundencia que calla bocas. «Toda nuestra cotidianeidad está siendo teorizada». Pero además resumió la unifocalidad que en estas dos ediciones ha tenido la feria. Se preguntaba por qué no fueron incluidos en el programa narradores orales de los pueblos originarios. Se habla de la interculturalidad y se prefiere el espectáculo.
Al margen del nombre que se le ha dado, en 2022 llevaba el nombre de Feria Internacional del Libro – FIL 2022. No es de gravidez esto último. Lo fundamental es que esta continúe, porque lo que se trata es de que se posesione, y no solo en el sentido de las ventas, sino en la importancia de que los escritores locales y regionales tengan tribuna, y que nacionales y de extramuros arriben en aras de contribuir a ensanchar diálogos, y, además, en la presencia de un público que se instruya de a pasos. Entonces con el tiempo podríamos, sin duda alguna, catalogarla de Internacional sin necesidad de disfuerzos.
Solo para terminar. Menos mal que la Feria del Libro de Loreto, y su edición anterior, no se cobró entrada como en la de Lima y otras ciudades del mundo se estila hacer. Nuestra realidad no lo permite, por suerte, si cabe el término. Y, porque, hay que reconocer, que esta lleva “subsidio” regional y tendría que continuar así porque de los muchos flancos desde donde se debe atacar los bajísimos niveles de comprensión lectora es que primero los libros existan, pero que existan a precios realísticamente accesibles y beneficiosos para las partes involucradas, editores, escritores y lectores, si es que no son más.
Personalmente creo que la literatura debe ser cuestionadora. La literatura, como dice Guillermo Saccomanno –escritor argentino quien en la edición de la Feria de Buenos Aires 2022 dio un discurso incómodo, y políticamente incorrecto, y de aguafiestas–, debe iluminar, perturbar, incomodar, subvertir. Llegué minutos previos a la mesa redonda a la que fui invitado. Me hubiera gustado estar un poco antes. El punto es que, en un debate anterior, una muchacha cerraba su participación diciendo que si el objetivo de la literatura local, loretana, amazónica, es el del adoctrinamiento, entonces, no estamos hablando de literatura. Me quedo con esa frase salida de una joven de aquí.