YO VENDO VEGETALES MILAGROSOS”

*¿Cuánto tiempo se pierde cada 5 de enero y no se da voz a a ese linaje ancestral que tiene tanto que mostrar?

En su casa de la calle Inca Roca, ubicada en la barriada de Túpac Amaru, la señora Teresa Guimack Saboya, esposa de don Gabriel Paima, iquita de nacimiento, mujer de variados saberes y oficios, pone a la venta frutos diversos, miel, carne del monte, masato infaltable y unas pócimas de vegetales que curan enfermedades que habitualmente no tienen cura en ninguna parte. Mientras espera a sus clientes habituales u ocasionales se pone a hacer sus hermosas artesanías. Es decir, vive intensamente, haciendo varias cosas, como las laboriosas mujeres iquitas de antes que elogió el misionero Manuel Uriarte.

No perdemos tiempo preguntándola sobre la fundación de Iquitos, ya que sabemos lo que es para ella ese 5 de enero y más bien le preguntamos por sus milagrosos preparados que han salvado ya varias vidas de las mismos vecinas, de los que vienen de otros ámbitos. Ella nos muestra los preparados y, sin jactarse, sin intentar lucirse, como algo natural, nos presenta a la curarina que cura la diabetes. No necesito pedirle pruebas porque conozco a personas que se han curado de ese mal bebiendo ese preparado con dieta.

Ella sigue hablando y me dice que con el paico ha curado el brutal cáncer a la mama. Me dice, además, que conoce una planta que cura el Sida. “Yo vendo vegetales milagrosos”, me dice como si dijera algo sin importancia. Y me dice que en mi patio hay el jergón sacha que cura el cáncer al hueso. Yo no digo nada, porque yo conozco a los curados. Más bien pienso en los padecimientos de los diabéticos que se han resignado a vivir con los estorbos de ese mal, ignorando que la cura existe, en la cultura milenaria de una indígena iquita.

Lo anterior es apenas una muestra presurosa de la sabiduría ancestral y vegetal que ella guarda celosamente y que ignoran los actuales moradores de Iquitos, gracias a la secular exclusión y marginación de los descendientes de los primeros dueños de esta isla. Esa actitud tan inmadura, tan infantil, solo les perjudica a ellos mismos que pierden su tiempo en festejos anodinos en vez de iniciar una cruzada para rescatar esos conocimientos vigentes y mejorar las mismas condiciones de vida de los ciudadanos de ambos sexos.

¿Cuánto perdió Iquitos al marginar, excluir, desdeñar a los indios Iquitos? ¿Cuánto pierde cada 5 de enero al no dar voz a ese linaje ancestral que desde hace siglos conoce los beneficios de las savias vegetales, los milagros de la curación natural?

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