Tarea de juventudes

Tarea de juventudes

Moisés Panduro Coral

Desde la mesa del panel que comentará la exposición del ex Primer Ministro Jorge Del Castillo, puedo observar más de quinientos rostros jóvenes que asisten a este congreso de estudiantes de economía de las universidades del Perú. Una buena parte de ellos son muchachos y muchachas venidos de una árida costa que se ha tornado agradable con sus metrópolis de áreas verdes y ornatos bien cuidados, que exhibe sus espectaculares volúmenes de agroexportación surgidas de desiertos besados por el agua en los últimos años, que mueven sus industrias y modernizan sus puertos, que tienen al mar de acompañante, que transitan por una carretera longitudinal que los vincula de norte a sur.

Otra gran parte son chicos y chicas que han llegado desde los andes donde residen los metales que la formación geológica nos legó en millones de años y que producen los capitales que en algunos casos duermen en las cuentas que sus municipios y gobiernos regionales tienen en los bancos; que muestran sus portentosas cifras de ferias productivas de truchas, de gastronomía, de tejidos, de alimentos; que ondean sus éxitos en el turismo arqueológico, vivencial y comunitario; que conviven, acaso sin saberlo a ciencia cierta, con las fuentes de energía renovables, ora habitantes de las profundidades de volcanes milenarios, ora bailantes de las caídas de agua de miles de megavatios, ora pieles reflejantes de la radiación solar intensa que maquilla de chapitas rojas las facies de sus hijas.

Junto a ellos, los nuestros. Los que saben que un río de la vertiente occidental o de las nacientes andinas -que forma parte del escenario común en donde desarrollan sus vidas quienes nos visitan- no es más que un caminito de agua comparado con cualquier tributario del río Amazonas que recorra la planicie de bosques sin fin y de suelos aluviales de la selva baja. Somos incomparables en el agua dulce que mañana será el bien más codiciado de una humanidad que nos espanta con su angurria. Somos primeros en una biodiversidad que parece que hubiera nacido de una especie de gran explosión biológica que asombra el raciocinio. Somos distintivos en riqueza étnica con una herencia de naciones que vienen de los tiempos de las respuestas iniciales del hombre frente a los desafíos de una naturaleza que marcó nuestro destino. Somos, pues, únicos.

Pese a ello, nada hay que podamos ostentar para decir que somos caminantes en ascenso. Duele decirlo, pero es la verdad. Las cifras, los resultados que se exponen en este evento de futuros economistas, no dejan a Loreto con buen pie frente a la dinámica del progreso que mueve a otras regiones de la Patria, incluidos San Martín y Ucayali que según los indicadores más resaltantes han tomado la delantera. Iquitos, nuestro emblema urbano, es una de las cinco ciudades de mayor proyección poblacional en el Perú al año 2025, pero en materia de condiciones de “vivibilidad” (estoy creando el término a propósito del último informe sobre las ciudades más vivibles) ocupamos el puesto 18 de un total de 24 a nivel nacional. En generación de empleo, por citar apenas uno de los indicadores esenciales para medir el progreso económico, la cosa es para llorar. Revisamos las cifras y no las podemos creer. Entre 2006 y 2011, el Perú ha creado dos millones de empleos nuevos, dignos, estables y productivos. Ciudades como Huancayo, Piura, Chiclayo, Trujillo, Cuzco, Tacna, Arequipa, Tarapoto, denotan una pujanza económica envidiable. El expositor Jorge Del Castillo se sorprende al encontrar Iquitos en la parte final de la tabla y afirma concluyente: ¡Iquitos está en nada!, ¡Iquitos está estancado!

Lo hemos venido diciendo hace tiempo, a partir de otros indicadores que nos dan el mismo resultado: Loreto está en regresión hace varios años. Los resultados que se muestran en las gráficas lo confirman, y por ello, resulta imperioso repensar las columnas del desarrollo regional: revisar el tema de exoneraciones tributarias; desterrar esos mitos que retrasan la ejecución de políticas que bien pueden combinar infraestructura vial con sustentabilidad ambiental, por ejemplo; definir nuestra especialización productiva, reevaluar -con otros ojos, sin caer en el sentimentalismo de la autonomía- el papel de las instituciones de investigación y aplicación de tecnologías, promover la inversión privada a gran escala, gestar procesos actitudinales progresistas y solidarios; extirpar la pérfida politiquería del regalito, la dádiva y el clientelismo que es pan de todos los días en municipalidades y en el gobierno regional.

Es una tarea de todos, es cierto, pero yo deposito parte de mis esperanzas en los jóvenes que ayer escucharon que en economía ser sensatos, responsables, orientados a resultados, no significa ser de derecha. Al contrario, deben ser cualidades auténticas de una conciencia revolucionaria, de una mente progresista, de un hombre de izquierda democrática que está lejos de los maximalismos y de las fábulas trasnochadas.