Vivo en un país bipolar emocionalmente. En un régimen caduco que se descarara cada día y nadie quiere darse cuenta, ni los que promueven una moción de censura contra el partido conservador que lleva las bridas de este (des)gobierno que expele olores nauseabundos. Una moción de censura hay que cocerlo con muchos actores. No es de tirarse a la piscina como pretende la agrupación Podemos que no sabe gestionar sus fuerzas en la oposición y la malgasta. Pero un ángulo, o uno de ellos, donde se suele mostrar todas las carencias emocionales del reino, es en el fútbol, un deporte donde muchos cifran todas sus expectativas sentimentales, es muy triste, pero es así, aunque creo que no es sólo España. Donde desgraciadamente en este campo se sigue siendo una tierra de extremos. De desmesura. De excesos. Me fijo en el Real Madrid que es el equipo que más está a la mano y le sigo. No hay partido que no juegue mal, eso dice mucho de la gestión de las emociones. Siempre, casi, le cae palo ¿qué diría un psicoanalista? Si juega su tridente en la delantera o que si juegan otros jugadores, es igual, a rebanarlos. Los bulos a diario viajan de un lugar a otro. Que si tal jugador hizo tal o cual gesto, dijo o no dijo, interpretan al dedillo hasta sus silencios (por los estudios de Acto jurídico se sabía que el silencio no es manifestación de voluntad, pero aquí es la comarca de las especulaciones y de significados) y sus gestos, que no levanten las cejas porque puede ser malinterpretado. Claro, azuzado por periodistas con la camiseta puesta del equipo rival ¿se puede hacer periodismo así? Es más, estos juntaletras desde el primer pitido del partido lo que han hecho es negar, por ejemplo, que Zidane es entrenador. Al pata le cae de todo – en verdad, hay que tener piel de rinoceronte. Pero por ejemplo, a un entrenador de la misma mala leche (o peor) que Mourinho como es Luis Enrique del Barcelona (que hizo una pésima o desastrosa temporada en la Roma, en Italia), le permiten y son condescendientes hasta en los insultos que expele. Es más, le ríen las gracietas. ¿Podemos cuestionar a estos periodistas deportivos que se le ve el plumero desde las antípodas de la península, es decir, en Nueva Zelanda? Que gane la mesura, por favor. No se discuten las estrategias o planteamientos de los equipos sino se apostillan los chismes del bar de la esquina llena de mala leche – para que Piqué sea el referente de cierto periodismo deportivo dice mucho. Para leer las crónicas deportivas hay que ir con la nariz tapada y pañuelo perfumado para soportar el paso. En la eliminatoria de la Champions el Barcelona pasó a la siguiente fase con un partido de dudoso arbitraje y los titulares eran: “Remontada histórica” y no dijeron nada sobre el arbitraje, se lo tragaron (la crónica que hizo J. Carlín era realmente decepcionante, desde hace un tiempo este cronista anda desenfocado). En la siguiente fase el Madri elimina al Bayern, el titular del diario “El Espectador” de Colombia (pensé que era un diario serio), con el mismo titular de un diario talibán de la península resaltaba que pasó el Madri a semifinales por el mal arbitraje ¿?, el periodismo deportivo está siendo el peor de los oficios en estos tiempos de forofos.
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