En una enorme playa abandonaron a un viejo barco. La playa quedaba en las orillas de la isla, en una zona de aluvión. Había perdido el color, ganaba el oxido del material en toda la eslora, desde lejos se puede apreciar que es de un color marrón. El amasijo de hierro está como si lo hubieran dejado echado en el suelo y no pronuncia palabra. En época de creciente del río el agua entra por todos los compartimentos, seguramente ha pasado y quedado atrapado por ahí algún pez despistado. Nadie le da importancia al barco. El sigue allí ante la indiferencia de la gente. A mí me dio un calambre verlo allí. Tan poderoso y frágil a la vez. En mi cabeza se me vino la imagen de Maqroll El gaviero, el personaje de Álvaro Mutis, aquel viajero que cuando pisaba tierra le iba mal. Fabulaba que Maqroll caminaba por el barco.  Me puso triste esa imagen de desolación del navío,  era como ver las ballenas que morían en las orillas en el mar de Pisco, supuestamente por el sonido del sonar de los submarinos. Sin querer los que lo abandonaron hicieron de esta playa un cementerio y tumba informal a este paquebote y a pocos importa, ni a la autoridad municipal que anda metida en otros líos. Así es la ciudad, posee una deslavazada memoria urbana, tiene más de cien pueblos jóvenes que han cincelado otra urbe y la vuelve desmemoriada. Al repasar los diarios nadie ha documentado del barco ni los cronistas más puntillosos del puerto, se les pasó. Seguramente habrá navegado por todos los ríos de la floresta llevando pasajeros y carga ¿Cuántos años habrá navegado?, ¿qué sentirá el capitán al dejar al barco en esa circunstancia?, ¿es dejarlo morir?, ¿cuántas cartas habrá entregado en cada puerto? Me acerco a la proa donde apenas se distingue su nombre, está borroso. Voy a la popa y solo hay manchas de aceite, está muy oscuro. La quilla está enterrada en la tierra y la sala de máquinas está vacía. En las literas de la segunda planta hay nidos de murciélagos, se les ve dormir colgados desde lejos. Me dicen que dentro de él vive un hombre de pocos amigos y malas pulgas. Pero parece que ha salido porque no hay nadie. Sigo dando vueltas alrededor de esta dormida ballena de hierro.

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