En España la sombra larga de una dictadura todavía se percibe sobre todo cuando los periodistas entrevistan a los políticos, salvo excepciones muy honrosas. No es fácil olvidar en la memoria colectiva una dictadura autoritaria, las malas costumbres quedan y perviven. El comportamiento del o la periodista político, el ideal, es ser muy sumiso, no se atreven hacer preguntas incómodas de la actualidad. Son mansos o mansas, dóciles a rabiar. Cuanto más cómodo esté el político ellos o ellas disfrutan – se parecen a los publireportajes que publican las revistas y diarios en la floresta peruana. Hace unos meses entrevistaron en la televisión al jefe de estado, en este caso es el Rey de España y el periodista que el entrevistó parecía sacado de una reciente dictadura. Preguntas blandas y fofas. Domeñado. Con la cerviz hacia abajo. A pesar de hechos muy cuestionados del Rey que lesionaba seriamente el concepto de ejemplaridad pública él periodista no le desagradó. Le lanzaba lisonjas. Hay un concepto de la igualdad orwelliana en la mente de las personas que dice, todos somos iguales pero unas son más iguales que otras. Con los casos recientes de corrupción del partido de gobierno una periodista (muy valiente en comparación con lo que tenemos en el patio) le preguntó al jefe de gobierno (del partido conservador) sobre esos casos y este mostró su disgusto; y ella seguía pinchando donde más duele y apeló a las cifras de la economía real, ahí el enfado fue mayúsculo y no le quiso responder ¿? ¿Acaso no sabe que de alguna manera con la entrevista es una suerte (muy ligera) de rendición de cuentas a la ciudadanía? Tenemos como moraleja, si la hay, que la democracia es un largo, larguísimo proceso que cuarenta años pesan como una loza y no borran las conductas autoritarias. Por eso, la democracia hay que ejercerla todos los días.

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