¿Estamos ante la degradación de la política? No tengo esa certeza pero por lo que se ve y escucha en la actual vida política parece que se avanza hacia ese punto de degradación. Testimonios al canto. Es muy frecuente y casi “normal” ver que atraviesan en las campañas electorales como flechas envenenadas las denominadas “noticias falsas” que tienen por finalidad deteriorar al rival y crear desconfianza en el electorado. Y también, como no, la desconfianza al mismo sistema democrático. No tienen otra finalidad. Es más, algunos diarios se prestan para ello. Desde antes y en plena campaña hay plumíferos que afilan sus lapiceros para ir contra determinado candidato cumpliendo una orden o la bajada del dedo pulgar. Seguro que antes los actores en la palestra política no eran nada transparentes por sus riñas y pactos, pero se frenaban un poco para no caer en el insulto fácil y estéril. Pero ahora la situación ha desbordado toda cautela. Han levantado la mano del freno. Muchos de los candidatos empiezan con la pierna en alto y denuestan al adversario político sin venir a cuento e inventando datos y cifras que tienen por objetivo abrumar sin sentido al rival y al electorado ¿acaso “el miente, miente que algo queda” es un axioma en la arena política?, ¿no pueden meter bridas a tanto desmadre? Luego se quejan pero los que les escuchamos en los debates e intervenciones estamos muy cansados de la retahíla de mentiras que lo dicen con total cinismo. Aquí en esta parte del sur de Europa el bloque de la derecha (quienes alardean de ingente testosterona) están en una competencia instrumental quien dice una frase malsonante contra las mujeres feministas, contra los inmigrantes, contra la memoria histórica que han convertido en una “memoria usurera”, están a codazos entre ellos para presentar en el parlamento iniciativas con el ánimo de enlodar la vida pública. Los de la izquierda pensando que ellos tienen la razón en casi todo o los independentistas intoxicados obcecadamente en sus propósitos. Todo esto es muy estomagante.