ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel

Hay proyectos que han desarrollado las naciones que funcionan como axiomas. Por ejemplo, la conectividad. Y para ello las carreteras, la ferrovía y la navegación aérea y fluvial son imprescindibles. ¿Qué vía necesitamos los loretanos para conectarnos al mundo? Los de siempre, los que siempre quieren cortar el jamón, los que sin ser reptiles cambian de opinión según la ocasión, han evidenciado que hace tiempo hemos perdido la oportunidad de buscar consensos ante objetivos comunes. Nos sobran oráculos, carecemos de sociólogos. Abundan los jinetes del apocalipsis y nos falta quien haga cabalgar una región abundante en riqueza y carente de lucidez. La sequía de los ríos, el naufragio mortal y la mezquindad son problemas con ribetes estacionarios pero que se han vuelto permanentes, en Loreto, Iquitos, sobretodo.

¿Se imaginan qué pasaría en Loreto si un año no desciende el nivel de los ríos? ¿Cómo se trastocaría la fauna, dónde pusieran sus huevos las taricayas, qué pescarían nuestros ribereños, qué comeríamos los iquiteños si es bien sabido que consumimos un promedio de 13 mil toneladas de pescado al año, según Antonio Brag?

La sequía que, con matices, es tan natural como el hombre mismo, ha provocado las más inverosímiles propuestas y reacciones. Un hecho estacionario y por ello totalmente previsible ha servido para culpar de nuestros males al centralismo, ha traído de vuelta proyectos como la navegación a través de la hidrovía o, con mucha dosis de demagogia, revivir aquello del trasvase de las aguas ribereñas hacia la Costa. Sequía e inundación no deberían ser problemas porque la naturaleza así lo manda. Si hay un naufragio en vaciante, el culpable es el bajo caudal de los ríos. Si hay un desastre ribereño en creciente, el culpable es el alto nivel de las aguas. Hemos dado la espalda a nuestros ríos y cuando nos referimos a ellos le culpamos de nuestras desgracias. Vaciante y creciente son parte de nuestro habitat. Para bien y para mal. Si los migrantes internos se establecen en zonas inundables, hay que “levantar la rasante” para que no protesten cuando lo mas lógico y menos costoso sería establecerlos en zonas donde no llega el agua. Si los migrantes internos se establecen en tierras donde el agua se alejó, pues hay que titularlos aunque lo más sensato y económico sería establecerlos en lugares donde sea más fácil dotarlos de servicios básicos.

Inundación y sequía no deberían ser problemas. Ambas se transforman en problemas por el hombre mismo. ¿Se acuerdan el debate, leyes, demagogia y más que provocó la llamada “defensa de la ribera? Se colocaron bolsas de cemento, se escribieron libros, se improvisaron poemas, se promulgaron leyes, se generaron recursos, se dictaron cursos y, finalmente, el río Amazonas se alejó de Iquitos tal como los iquiteños nos hemos olvidado que somos un pueblo especialmente ribereño. Hoy se alzan voces que claman planificación para evitar que no lleguen productos de la Costa a Lima. Hasta PETROPERÚ, esa empresa languideciente, con sindicato incluido, culpa a la naturaleza por la escasez de combustible y los “griferos” de siempre especulan de la manera más cruel y despiadada. Y cuando un empresario hace tres décadas quiso dragar esa zona donde el Itaya sale al Amazonas salieron a oponerse los mismos que hoy exigen dragado.

La mezquindad de siempre, focalizada hacia las autoridades de turno. Los que proponen soluciones no lo hicieron cuando estuvieron en puestos decisivos y lanzan diatribas contra quienes consideran sus enemigos. Nos hemos pasado la vida buscando culpables de nuestras, supuestas, desgracias y hemos heredado la incapacidad para generar cambios paralelos a los climáticos. La sequía es parte de la naturaleza y llega según la estación. La mezquindad es permanente y nos impide convivir con la naturaleza atribuyendo males que son bendiciones. Los naufragios, desabastecimiento, demagogia y especulación no son causadas por la sequía sino por el hombre. Ese hombre que está en la Marina, en Petroperú, en los invasores, en los traficantes de terrenos, en los que dicen ser parte de la solución cuando son parte del problema.