En mi paso por las ciudades de Lusaka y Kigali en África trazaba paralelos y puntos de contactos de la literatura en estos parajes con la floresta peruana. Me refiero a la literatura escrita y no a la vigorosa oratura (literatura oral) en ambos territorios. Los puntos de contactos son muchos, casi nos parecemos. En la floresta la literatura es periférica a los estados nacionales, es mirada con desdén y con un mohín de comprensión paternal por su supuesto costumbrismo. En las colinas y sabanas africanas la poca literatura local es casi periférica por no decir residual al Estado nacional, muchas veces es vista con desconfianza, sospecho que en el marzal amazónico pasa algo parecido. En las librerías que visité en las ciudades citadas, muy escasas – como en la floresta, los escritores y escritoras, casi todos y todas, son de paso en el país (como muchas veces sucede con la floresta). Lo que más existe es literatura de viajes como en la selva. Igualmente, ese gigantismo que adolece la literatura amazónica también es un rasgo de la literatura africana donde el paisaje abruma a los seres que habitan en esos pastos. Esta literatura lo que ha hecho es reforzar los tópicos sobre la Amazonía y también a gran parte de la diversa y plural literatura africana. Es reduccionista. Los lectores o lectoras de la literatura local en la floresta y en África son muy pocos, escasos, escasísimos, ¿se pudiera escribir en una lengua diferente al castellano o al portugués en la floresta? La literatura puede contribuir a pergeñar una mejor floresta o delinear un África diferente. El escritor keniata Ngũgĩ wa Thiong’o ha trazado una línea curiosa, y corrosiva, con la literatura que se elabora en África. De un lado estarían la literatura de la dominación y del otro la literatura de la resistencia ¿se pudiera hacer ese mismo trazado en la floresta?